Cabo Rojeño
Pasadas las 22:00, las presentaciones artísticas incentivaron a los clientes a llenar la pista de baile del Cabo Rojeño.Gerardo Menoscal

Cabo Rojeño: el corazón salsero guayaquileño que no deja de latir

Clientes de la emblemática salsoteca volvieron a disfrutar de la salsa el pasado sábado, luego de la clausura del Municipio de Guayaquil.

La cerveza que Freddy Mendoza tomaba como agua, a las 22:15 del sábado, lo animó a alejarse de la barra de la salsoteca Cabo Rojeño. Caminó, tambaleante y sonriente, hasta la tarima donde la orquesta Herencia Rumbera, le exprimía clásicos de salsa, a timbales, bongos y congas.

Sonaba ‘Señora’, de Roberto Blades, y Freddy cantaba con los ojos cerrados y los pies imparables. “¡Díganme qué vamos a hacer nosotros si nos cierran el Cabo Rojeño!”, interrumpía su baile y lanzaba un grito que se perdía entre la música y las risas de quienes repletaban la pista de baile.

El sábado 4 de enero, llegó, como todos los fines de semana hasta la emblemática salsoteca del centro porteño. En lugar del ritmo pegajoso que ha salido del lugar desde hace 36 años, se encontró con un enorme sello de clausura. “Es el único fin de semana, desde hace 30 que vengo a este lugar, que no he ingresado al Cabo”, repetía con la voz atropellada por el trago.

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El Municipio de Guayaquil clausuró, el 3 de enero, a este y otros 20 locales de la calle Rumichaca y aledañas, porque ese sector no tiene permiso de uso de suelo para esa actividad.

Cinco días después, los dueños de bares y discotecas llegaron a un acuerdo con el Cabildo y, en principio, centros como el Cabo Rojeño, que son emblemáticos en Guayaquil, podrán quedarse en la zona, avalados por una ordenanza.

¿Dónde habrían celebrado sus 30 años de casados si no abrían el Cabo?, se preguntaban Bella Balero y Wilmer Macías. Los esposos llegaron a las 20:00 y se instalaron en una de las mesas del ‘lado Emelec’ de la salsoteca, dividida en dos temáticas: una para los hinchas eléctricos y otra, para los fanáticos de Barcelona.

A esa hora, aún se podía aspirar el fresco olor a eucalipto del piso recién trapeado, que luego sería reemplazado por la mezcla agridulce de sudor y perfume. No había ni 20 personas, pero las que estaban, ya rellenaban jabas de cervezas instaladas bajo las mesas.

Cuando voy a Nueva York, no hay salsero que no haya oído hablar del Cabo Rojeño de Guayaquil.

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Un par de lights reemplazaron a la botella de champaña y un cencerro que Wilmer tocaba a ritmo de ‘La última rumba’, de Henry Fiol, era la serenata que el esposo le regalaba a su Bella. El Cabo Rojeño es más que una salsoteca para ellos. Desde que estaba en la calle Zaruma, donde abrió sus puertas por primera vez el 13 de julio de 1983, ellos eran clientes fijos.

“Ahí todavía éramos novios”, cuenta, enamorada, mientras Vicente Aquilino Quintero le sirve una bandeja con trozos de jamón y maní.

Allí, a Vicente, pocos lo conocen por su nombre. Para los salseros empedernidos de la zona, él es ‘el Abogado del Maní’, por su inusual vestimenta para recorrer el centro porteño: con camisa y corbata. El apodo se lo pusieron, hace 30 años, en ese rincón guayaquileño que ha acogido a salseros como Héctor Lavoe, Ismael Rivera, José Bello y Henry Fiol.

  • Cabo Rojeño
    Varios artistas cantaron en la tarima del Cabo Rojeño, entre ellos el 'Loco' Barberán.Gerardo Menoscal
  • Cabo Rojeño
    Varios artistas cantaron en la tarima del Cabo Rojeño, entre ellos el 'Loco' Barberán.Gerardo Menoscal
  • Cabo Rojeño
    Varios artistas cantaron en la tarima del Cabo Rojeño, entre ellos el 'Loco' Barberán.Gerardo Menoscal

“Lavoe vino en el 85”, precisa Jorge Pinargote, a quien tampoco llaman por su nombre, sino que los salseros lo conocen como ‘Yoyo’. Este manabita, de 64 años, es el dueño y fundador del Cabo Rojeño.

No para. Anda de mesa en mesa, porque es amigo de todos. De hecho, en el Cabo todos parecen ser amigos, unidos por el amor a la salsa. Este amor nació en ‘Yoyo’ cuando era un adolescente, y sus parientes en Nueva York le enviaban los últimos hits salseros de la tierra de donde brotaron Fania All-Stars y Willie Colón.

Así abrió su bar, en las calles Zaruma y Rumichaca, que tomó el nombre de ‘Cabo Rojeño’ de un emblemático club estadounidense que, en ese entonces ya había cerrado. Allí estuvo ocho años hasta que se movió al actual local, en Rumichaca y Luis Urdaneta.

“Ahora, el único Cabo Rojeño que se escucha en Estados Unidos es el nuestro, el de Guayaquil”, pronuncia Antonio Cabezas, sacando pecho. Su vida ha transcurrido entre Nueva York y Guayaquil y, asegura, que no hay ecuatoriano salsero en el exterior que no conozca al bar de ‘Yoyo’.

Este lugar es parte de la identidad de Guayaquil, donde su esencia no cambia.

Gustavo Almachi
cliente

Por eso, cuando se enteró de que lo querían arrancar del corazón de la urbe, no podía creerlo. El sábado llegó junto a dos amigas esmeraldeñas que querían conocer el sitio.

“¿Ya abrieron el Cabo? ¿Ya podemos entrar?”, le escribían a través de las redes sociales, porque según ‘Yoyo’, durante el fin de semana que estuvieron clausurados, no solo llegó Freddy hasta el portal de baldosas blancas, sino que decenas de personas se lamentaron frente a las puertas cerradas.

A las 23:59 y faltando un minuto para la medianoche, Freddy ya se había ido. Bella y Wilmer se habían despegado de la mesa donde celebraban su amor y se apretujaban, sudorosos y felices, junto a los demás salseros que se embutían entre pasillos y mesas. Bailaban, repetía la mujer que ya agarraba un par de maracas, por lo que no pudieron gozar durante la clausura.

  • Cabo Rojeño
    El Cabo Rojeño fue fundado el 13 de julio de 1983.Gerardo Menoscal
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    El Cabo Rojeño fue fundado el 13 de julio de 1983.Gerardo Menoscal
  • Cabo Rojeño
    El Cabo Rojeño fue fundado el 13 de julio de 1983.Gerardo Menoscal
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    El Cabo Rojeño fue fundado el 13 de julio de 1983.Gerardo Menoscal