AURELIO PAREDES
Aurelio Paredes. Ha residido en el barrio toda su vida. De la época, asegura, viven allí no más de 20 vecinos.Amelia Andrade

Las aventuras barriales del Centenario dan vida a una obra

El historiador Aurelio Paredes se inspira en el ayer de este vecindario residencial. Sus calles, espacios icónicos y su gente constan en el relato 

Fue un video de la artista ecuatoriana Vilma Sotomayor, radicada en México, el que puso sobre el radar el libro escrito por el historiador Aurelio Paredes Cazar, del que pocos quizás aún conocen y relata -como aseguran quienes ya lo leyeron- los tesoros “más gratos” del Centenario”, el primer barrio residencial de Guayaquil. Las ‘galladas’, sus icónicas esquinas; así como las primeras películas proyectadas en el Cine Inca y las particularidades de cada una de sus calles y casas están ahí. Plasmadas en 150 páginas.

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“Esta obra que llegó a mis manos es vida y es historia. Hay vivencias, fotografías de antaño. Son recuerdos...”, precisa la actriz en una publicación que lanzó en Twitter hace no más de un mes; pero que llamó la atención de Celia Rivera y Elizabeth Zevallos, dos ciudadanas que en su adolescencia se cruzaban toda la ciudad solo para beber un ‘milkshake’ en el ‘Milko bar’, uno de sus icónicos lugares; y cuyo origen está detallado precisamente en las páginas de esta obra que fue lanzada al término de 2021 e inicios de 2022, en plena pandemia, de forma “artesanal”, como explica su autor. Un residente de cepa.

“ ‘El barrio del Centenario, mi historia’ es un segmento del que iba a ser mi libro autobiográfico, que en efecto lo escribí, pero del que salieron 500 páginas, lo que tornó inviable el proyecto por los costos. Es así, que decidí enfocarme solo en mi vecindario. Tenía intacto lo que viví, lo feliz, extremadamente feliz que fui... Busqué gente, a los vecinos de antaño, a los primeros. Hubo detalles importantísimos, históricos, que complementé con la obra ‘Memorias del barrio del Centenario’, editado por un grupo de damas de ese sector, un relato que leí tres veces. En fin, finalicé mi trabajo y puedo jurar que es uno de los que más orgullo me ha dado, puesto que en él está la esencia de lo que se ha perdido: la vida de barrio. Y es que fui testigo y testigo viviente de esa vida que hubo entre las décadas de los 70 y los 90”, piensa; al hacer hincapié en que esta obra, que no tiene pasta dura y está apenas anillada como si se tratase de una monografía o tesis de grado; ha logrado venderla por la promoción de boca en boca.

La crisis, como a la mayoría, también tocó su puerta, precisa. Un lanzamiento como tal, la promoción que ameritaba quedaron en pausa.

BARRIO DEL CENTENARIOI
En la obra, Paredes habla de las estructuras que marcaron al barrio; y asegura que lejos de lo que cree, el arco (imagen) construido en los 90, aunque lindo, no fue el ícono que los representaba.Archivo
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  • Según información del Cabildo, el barrio se ubica  entre las calles El Oro, Francisco Segura, Rosa Borja de Icaza y 6 de Marzo. Comprende 26 manzanas en las que hay 308 viviendas, incluidas 51 de los años 20, un patrimonio histórico.

“Hoy quienes me la piden son quienes sorpresivamente han sabido de su existencia. Hago entregas por pedidos y así su distribución se va expandiendo. A mí me llena cada vez que pasa eso, y no por la parte comercial, sino porque este libro se ha convertido en el diario de muchos, en el álbum en el que se ven reflejados. ‘El barrio del Centenario, mi historia’ es el recuerdo, por ejemplo, del sitio conocido como Las seis esquinas; que comprenden las calles la C, entre Acacias y Dolores Sucre, donde quedaba la despensa ‘El Ringo’, un hexágono de amistad en el que pasé 17 años de mi existencia”, piensa.

Paredes, a quien le resulta difícil no ponerse sentimental cuando regresa al ayer, más aún cuando recuerda que en esa esquina se reunían al menos tres generaciones (razón por la que cada año, en plena vía, organizan un reencuentro entre unos 50 o 60 amigos de la época), añora la camaradería de esa vecindad sana.

Que podían jugar sin temor en esas calles, “muchas veces sin asfaltar”, que se convirtieron en “el mejor estadio de fútbol del mundo” o en la sede social de una fiesta callejera con orquesta y baile; y que podían, a la vez, llenar las 600 butacas del ya desaparecido Cine Inca, “totalmente alfombrado y con cortinaje de lujo”; o la que fue la discoteca Mao Mao, saltan en su mente.

“En esta, la Mao Mao, que quedaba dentro del centro comercial Sud América, hubo matinés los sábados y domingos. La crema y nata de la zona se reunió allí. Era un lugar aniñadísimo. El ambiente era el de las clásicas fiestas en casa, nos conocíamos todos. Había chicas hermosas, hoy nuestras amigas. Todo era perfecto en el Centenario, en el libro lo detallo. Incluso hay anécdotas como la de aquel joven que en el centro comercial, por estar patinando en los pasillos, se estrelló contra un ventanal de vidrio de una boutique. Desde ahí prohibieron la actividad”, dice entre risas.

Otro sitio inolvidable, eterno en la vida barrial, será el Sun Set, ubicado en Maracaibo entre José Salcedo y Arguelles. El local, una especie de bar, era propiedad de la señora María Elena Arízaga, una dama amigable que tenía un ángel especial para lidiar con tantos jóvenes que iban tarde a tarde a comprar sus dulces. 

Aurelio Paredes
BARRIO DEL CENTENARIO (7637949)

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Barrio del Centenario
El libro muestra a las familias pioneras como la de Víctor Emilio Estrada, en la foto; y a personas como Cosme Renella, quien fue el primer piloto ecuatoriano en usar la antigua pista del vecindario.Cortesía

En el libro, donde hay detalles de los que fueron las primeras casas, de los años 40, “tipo hacienda” y las particularidades de aquellas que fueron ganadoras de premios al ornato por su belleza arquitectónica y funcionalidad que tenían, están además las anécdotas de quienes veían pasar las vacas o paseaban en carruaje. “Cuento lo que pasa cuadra por cuadra, quien vivía en cada residencia de las 26 manzanas que conforman mi sector. Hay descripciones de las tardes del motocross. En esta narración están las leyendas, triunfos y derrotas de quienes crecimos en el Centenario. Al que quiero, al que jamás olvidaremos. Y es que mi barrio, es el barrio de los amigos. Mi relato es un homenaje a esa convivencia que nos marcará eternamente...”, argumenta. 

Había un juego que en la adolescencia era el preferido de todos: la botella. Era un juego mixto en el que muchos se dieron su primer beso. Era la sensación de la época. En juego que todos queríamos jugar, aunque muchos no lo quieran reconocer por ese temor a lo "prohibido", a lo sensual, a lo escondido, a lo irreverente.

Aurelio Paredes
AURELIO PAREDES,
Durante la entrevista, el historiador recorrió los sitios icónicos. Las esquinas, las preferidas por los residentes de la época, le generaron nostalgia.Amelia Andrade

  • Antecedente. En los terrenos en los que hoy es el barrio, entre 1908 y 1918 estuvo ubicado el segundo hipódromo de Guayaquil, administrado por el Jockey Club.

  • En el relato, Paredes dedica un espacio especial a las olimpiadas del Centenario. Un evento nacido de la mente del ingeniero Julio Macchiavello, 'El Loco', que marcó a Guayaquil, puesto que hasta la fecha el vecindario ha sido el único en toda la ciudad que llevó a cabo un torneo de este tipo. "Solo a Julio, a sus quince años, se le pudo ocurrir tan magno acontecimiento. Hubo cinco olimpiadas, un con mayor éxito que otra. Y fue tan grande su boom, que la prensa cubría e informaba periódicamente del desarrollo de estas competencias, por lo que su ámbito traspasó las fronteras del Centenario", explica.