El sueño más alto de Egloff y Miranda, desafiando al Everest

Karl Egloff busca el récord de velocidad en el monte más alto del planeta y, una vez más, Nicolás Miranda estará junto a él. 

Desde que Karl Egloff empezó la locura de los ascensos en velocidad a las altas montañas, su amigo Nicolás Miranda ha estado junto a él batiendo marcas y acompañando a que el suizo-ecuatoriano pueda inscribir su nombre con los tiempos más rápidos en montes emblemáticos como el Kilimanjaro, Aconcagua, Makalu, Elbrus y Denali.

Y esas locuras juntos están lejos de terminarse, pues ahora se encuentran en busca del récord en el Everest, la montaña más alta del mundo. Y a poco de partir hacía Nepal, Miranda relató a EXPRESO sobre la nueva aventura que vivirá junto a Egloff, a quien considera un “hermano”.

Esta vez, Nicolás cumplirá un rol de apoyo, que no dudó en aceptar apenas recibió la llamada de su amigo, quien busca ascender y descender sin oxígeno complementario la cima del Everest (8.849 m.), en menos de 24 horas y en la modalidad de ‘speed climbing’ (ascenso veloz).

“Cuando se nos ocurrió ir a conocer los Himalaya, primero al Makalu, donde logramos el récord mundial de ascenso y descenso, dijimos por qué no ir al Everest. Siempre estuvo en nuestra mente, pero al ser la más alta del planeta, es la más cara en cuanto a logística, entonces ese siempre fue un limitante”, relata el montañista.

Pero esos límites económicos se fueron superando cuando Egloff decidió dejar el Ecuador por temas de seguridad y radicarse en su natal Suiza. Ahí encontró respaldo a su proyecto en el Everest, aunque no en los términos que había deseado con su amigo.

“Uno de los objetivos de los récords era hacer uno en equipo, pero se abrió una puerta gigantesca para Karl, que cambió el contexto porque a una productora le interesó, pero quería que se haga en competencia con un norteamericano (Tyler Andrews) que está rompiendo marcas”, contó Nicolás.

Con completa generosidad, aceptó asistir como apoyo de Egloff, lo cual incluye acompañarlo hasta la cumbre: “Ahora yo voy a respaldar el proyecto de él, pero que no deja de ser nuestro, porque ha sido un sueño que ahora se está cumpliendo. Esto es muy complejo, en un ocho mil el cuerpo cambia, la mente igual, el metabolismo (...) entonces es fundamental tener alguien en quien confiar y yo feliz de ayudar a que mi hermano cumpla ese sueño”.

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Para Miranda, a partir de los siete mil metros es muy complejo hacer funcionar el cuerpo, pues ya no responde al ritmo habitual. Pero lo más difícil mientras se asciende, dice, es poner en orden la cabeza: “Estar sobre los ocho mil es una cosa de locos, que uno empieza a alucinar, incluso uno no está consciente de lo que está pasando, por la falta de oxígeno en el cerebro y ahí es cuando uno necesita a un compañero que te ayude a identificar esos momentos, que es real y que no”.

A la espera de buen tiempo

El momento adecuado para el ascenso será otra de las decisiones clave, pues estos días se encuentran esperando buenas condiciones climáticas y que en la ruta no haya el famoso ´tráfico´ del Everest. Es que llega tanta gente a subir esta montaña, que es imposible buscar un récord de velocidad cuando apenas empieza el buen tiempo.

“El Everest tiene dos rutas comerciales, por el lado nepalí y por el chino, pero lastimosamente por el lado de China no permiten el ascenso sin oxígeno y por eso nos tocó ir por la de más afluencia. Solo estando ahí sabremos qué día es en el que hay menos gente y va a tener que ser un día antes o después de que esos grupos salgan, y eso genera el riesgo de no tener la mejor ventana climática”, explicó el deportista.

Eso, asegura, trae consigo un riesgo muy alto pues “cuando no estás con la mejor ventana, si hay mucho viento, frío y sin oxígeno, hay altas posibilidades de congelamiento y otras cosas”. Por eso, considera fundamental la estrategia que vayan a implementar para aprovechar el mejor momento y no equivocar las decisiones.

De momento, la paciencia está siendo su principal estrategia, pues no apuran la salida a cumbre y mucho menos después de la experiencia del competidor norteamericano Tyler Andrews, que ya salió en busca del récord la semana pasada, pero debió regresar tras alcanzar los 7100 metros, debido a los fuertes vientos que acechan la montaña estos días.

En los ecuatorianos hay confianza, se conocen profundamente por sus horas en la montaña consiguiendo récords y, de paso, sienten que las montañas de Ecuador han dado a sus cuerpos las condiciones para resistir y apuntarse el logro más importante de su carrera.

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