Poleth Mendes Anaís Méndez
Las deportistas festejaron en una plataforma que fue ubicada justo en frente de donde viven para sentirse en confianza.Maribel Rojas / Expreso

Poleth y Anaís, las ‘niñas de oro’ de Tumbatú

Las hermanas ecuatorianas, oro y bronce en los Juegos Paralímpicos, fueron recibidas con honores en el humilde poblado carchense

“Madrecita, en este día sublime te dedico un abrazo, tu amor me llena de vida; con un beso te quiero pagar”. Estas palabras formaron parte de una poesía que sacó más de una lágrima a las medallistas paralímpicas Poleth Mendes, de 25 años y Anaís Méndez, de 21, quienes el 29 de agosto pasado hicieron historia en los Juegos de Tokio 2020 al ganar medallas de oro y bronce para Ecuador.

Ambas hermanas fueron recibidas el sábado 4 de septiembre cerca de las 20:30 en su natal comunidad de Tumbatú, cantón Bolívar, en la provincia del Carchi, de donde son oriundas.

Un arco de agua del Cuerpo de Bomberos de la localidad dio inicio a un sencillo pero sentido agasajo para las dos atletas que realizaron un recorrido previo en caravana por la comunidad del Chota y que abarcó la parroquia San Vicente de Pusir. En el trayecto, la gente las recibió con aplausos, silbidos y bombos, en demostración del orgullo que ahora significan para esa comunidad afro que fue visibilizada a nivel mundial.

En el homenaje, se colocó una tarima frente a su casa. Sin embargo, el momento más emotivo no se dio sino hasta cuando su tía abuela, Tránsito Méndez, les dedicó unas palabras. La mujer, ataviada con un traje típico del pueblo negro, recitó un poema dedicado a la mamá de las campeonas, María del Carmen Sánchez, señalada como la artífice del triunfo que hoy disfrutan las campeonas de lanzamiento de bala, pues se encargó de encaminarlas durante estos años.

Poleth Mendes Anaís Méndez
La madre de Poleth y Anaís y sus vecinos la llenaron de abrazos y halagos.Maribel Rojas / Expreso

Laydi Méndez, prima de Poleth y Anaís, concordó con las palabras de exaltación a la fuerza y tesón de doña María. Laydi dijo conocer de cerca el proceso que las deportistas han vivido para llegar a lo más alto de su carrera. Actualmente es su mejor amiga y además son vecinas.

“La falta de apoyo y los comentarios de la gente a veces las desmotivaban. Era como que decían que de allí no pasaban. Que perdían su tiempo entrenando en el sol, la tierra, el frío y cosas así. A veces sí les bajaban la moral”; recuerda Laydi.

Pese a las adversidades, el ánimo y apoyo de María del Carmen y su esposo, Wilson Méndez, siempre se mantuvieron arriba, siendo esto vital, ya que cada vez que era posible las acompañaban en sus viajes. Tanto así que “jamás las dejaban solas”, dijo Laydi. Entre familia viajaban a Tulcán, Quito o el lugar que se requería.

“Ellos, los papás dejaban todo lo que tenían que hacer. Por ejemplo, los terrenos que debían cultivar y la tienda que tenía la mamá no eran impedimentos y se iban”, asegura la prima.

Pero eso no es todo. Para llegar a su lugar de entrenamiento en la vecina comuna de Carpuela, en ocasiones tenían que cruzar el río Chota a pie. Algunas veces las llevaban camionetas, otras, en cambio, iban caminando. Ahora los familiares esperan que la situación cambie y sus atletas tengan más apoyo.

Nicole Estupiñán, coordinadora del Ministerio del Deporte de la Zona 1, precisó que ambas atletas (categoría F20, discapacidad intelectual en los deportistas) no solo ganaron las primeras medallas paralímpicas del país, sino que rompieron estereotipos y lanzaron lejos las barreras. “Han demostrado que la discapacidad es parte de la diversidad de nuestro Ecuador”; precisó. Además exhortó a que se vea al deporte como una herramienta de desarrollo que transforma vidas y puso como ejemplo a las deportistas. La funcionaria mencionó que este miércoles 8 de septiembre se realizará un homenaje a las hermanas y también se anunció un reconocimiento económico para ambas desde el Ministerio del Deporte.

SUS RAÍCES, LA BOMBA

Poleth y Anaís no son solo atletas, sino también bailarinas. Junto a otras 11 chicas pertenecen al grupo Las Cubanitas, donde bailan la marimba de Esmeraldas, la bomba del Chota.

En la actividad las mujeres mueven de un lado a otro la cadera contagiando a todos con el alegre ritmo y en cuyas letras regularmente se habla de discriminación social, injusticia a la que ha sido sometido a lo largo de la historia el pueblo afro asentado en el Valle del Chota, que limita entre Imbabura y Carchi, y a donde fueron traídos en el siglo XVII como esclavos. Sin embargo, en la música también se canta a la picardía, al diario vivir y a la alegría de su gente, pese a las trabas.

Anaís, por ejemplo, fue reina de Tumbatú y luego de la parroquia San Vicente de Pusir. Allí combinaba el deporte con el reinado. En la carava de homenaje, antes de llegar a Tumbatú, los comuneros del Chota también salieron de sus casas a recibir a las deportistas. Por un momento, las hermanas se bajaron del camión dotado por el Municipio de Bolívar, para saludar a la gente que no desaprovechó el momento para tratar de tomarse una fotografía con ellas.