Los grandes equipos se forman cuando los jugadores se conocen bien, no antes. Al final el cuadro se arma solo, jugando con buenos elementos y la libertad que dé el técnico.

En la actualidad los futbolistas son cada vez más físicos, los equipos más tácticos, hay mayor peso de lo colectivo sobre lo individual. No se puede perder en el 1x1, porque cuando un delantero le gana al lateral, en el resto de la defensa se produce una gran confusión; el central tiene que salir a la desesperada y es cuando la estantería se cae. Todos los zagueros se inclinan hacia ese sector, siguiendo cada uno a su delantero, y así el rival va creando zonas muertas que son aprovechadas con un cambio de frente.

A José Quintero no hace falta verlo para saber cómo es. Jamás está pobre de ánimo. Su fútbol pasa por robar pelotas y dárselas a los que más saben. Recupera todo lo que pase. A veces seguido.

El sistema lo lleva a que salga a romper lejos, tan lejos que ahora deberá salir a romper el juego de mitad de cancha hacia arriba.

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No es de los que hacen chiches con la pelota, se remite a trabar y desdoblar limpio. Y es que Zubeldía le habla para que cuando vea la oportunidad, vaya al ataque. Hasta promete tres pases gol por partido. Quintero hace de la humildad una bandera. Corre por la vida con tanta garra como lo hace en la cancha. Su jugada no termina por donde empieza.

Estereotipo de esos jugadores que no se ven, pero que son imprescindibles para sus estrategas. La para de un solo toque y la juega de primera.

Quintero está viviendo el momento que siempre anheló. Lo disfruta para adentro, sin permitirse exteriorizar la felicidad que lo domina.

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