Federer
El jugador suizo Roger Federer (L) y el jugador español Rafa Nadal (R) durante una sesión de práctica del equipo de Europa en Londres, Gran Bretaña.EFE

La mano que moldeó a Federer

Peter Lundgren (+) fue quien le enseñó la historia del juego en Australia y lo acercó al deporte que ama

El 1 de agosto de 2002, Roger Federer viajó a Toronto (Canadá) para preparar el Masters Series y para recuperarse anímicamente de una dolorosa derrota en primera ronda de Wimbledon ante Mario Ancic. Mientras paseaba por las calles de la ciudad, una llamada le cambió la vida: su exentrenador, capitán de Copa Davis y, sobre todo, amigo, Peter Carter, había fallecido en un accidente de tráfico en Sudáfrica.

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Fue Peter Lundgren, el técnico que le acompañaba en aquella época, el que recibió el aviso de la muerte de palabras de Darren Cahill, entrenador de Andre Agassi y se lo transmitió al aún adolescente Federer. Este echó a correr y a llorar, hasta reunirse con el sueco en su hotel.

"Estaba destrozado", recordó Lundgren en el libro "The Master", escrito por el periodista Christopher Clarey. "Fue la primera vez que tuvimos que hacer frente a algo así".

Carter era un exjugador australiano que no había tenido demasiada suerte en el circuito. Nunca pasó del puesto 170 del ránking y su mayor logro fue ganar junto a Cahill un título en dobles. Sin embargo, esta carrera insípida fue fundamental para que Federer destapase su talento. Cuando Carter aún se intentaba ganar la vida como tenista, disputando torneos menores por Europa, compaginó su carrera en el tenis con los campeonatos por equipos en diferentes clubes del Viejo Continente. Uno de ellos, en el que fue a parar con mayor calado, fue el de Basilea.

Ahí se encontró a un Federer que rondaba los diez años, al que influyó de tal manera que el suizo, dos décadas después, rompiese a llorar al recordarle. "Espero que esté orgulloso de mí", dijo entre lágrimas en una entrevista en 2019 con la CNN. Esta semana, en la Laver Cup, su torneo de despedida, también tuvo palabras para el australiano. "Si juego como juego, es por él".

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Fue tajante Federer con un hombre que le acompañó profesional y culturalmente, enseñándole la historia del juego en Australia y acercándole al deporte que ama. Este moldeó su revés, dio peso a su derecha y le ayudó a controlar sus demonios interiores.

Una de las decisiones más duras de Federer llegó años después de conocer a Carter en Basilea, cuando ya no era más un niño y tenía que dar el salto al tenis profesional. Se le abrieron dos vías, confiar en Carter, que apenas tenía experiencia entre los mejores, o decantarse por Lundgren, ex top 25 y miembro de la mejor generación sueca de la historia.

Federer se inclinó por Lundgren e hizo capitán suizo de la Davis a Carter para poder seguir teniéndole cerca. El rechazo dejó tocado a Carter, pero no trastocó su relación. De hecho, fue Federer y su familia, sobre todo por inspiración de Lynette -la madre de origen sudafricano-, los que empujaron a Carter a realizar su luna de miel en Sudáfrica.

El trágico accidente ocurrió durante este viaje. Carter iba en un todoterreno junto a un amigo, pegaron un volantazo para esquivar una furgoneta que venía de frente y cayeron por un puente. El coche aterrizó por la parte del techo y mató a los dos ocupantes al instante. La mujer de Carter, Silvia, que acaba de superar un linfoma de Hodgkin, viajaba en otro coche.

Federer, que no tardó en perder en Toronto y Cincinnati, no disputó el torneo de Washington para viajar a Suiza y acudir al funeral de su amigo, en una iglesia del centro de Basilea.

No paró de llorar en toda la ceremonia. Fue un momento de cambio para Federer, que hasta aquel día, con ya 21 años, nunca había perdido a nadie en su vida.

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Los que le conocen, según relató Clarey en su libro, entienden que ese fue el momento en el que Federer maduró. Pasó de ser un chico temperamental y con un talento irregular a perfeccionar su juego para honrar la figura de Carter y no quedar como un genio echado a perder.

Apenas unas semanas después de su muerte, Federer se echó el equipo suizo a la espalda y consiguió tres de los puntos para eliminara Marruecos en Casablanca y se clasificara al Grupo Mundial. Le dedicó la victoria a Carter y comenzó un ascenso que le llevó a ganar en julio de 2003 su primer Wimbledon, al que seguirían 19 Grand Slams más.

Los éxitos de la carrera de Federer no van intrínsecamente ligados al australiano, pero si Federer es quien es es en parte gracias a aquel entrenador de Adelaida que fue a parar, por casualidades del destino, a Basilea.