
Julio César Rosero: "Barcelona SC es pasión y realización"
El Emperador, un quiteño que ni siquiera tenía contemplado ser futbolista, cuenta su historia con el club y lo que provocó
Con dos títulos nacionales (1995 y 1997) y una final de Copa Libertadores (1998), Julio César Rosero puede decir con orgullo que formó parte de una de las décadas más gloriosas en la historia de Barcelona.
El Emperador, como fue apodado en referencia a su homónimo romano, Julio César, fortaleció su jerarquía desde el medio campo, destacando por su remate de media distancia y su capacidad para asumir la responsabilidad que implicaba vestir la camiseta amarilla. Hoy, en el aniversario 100 del club, su voz cobra más eco.
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“En la década del 90, era poco común jugar en un equipo que te brindara estabilidad deportiva, económica y la posibilidad constante de pelear títulos y disputar la Libertadores. Con Barcelona tuve el honor de vivirlo”, recuerda Rosero.
Futbolista por accidente

Pese a lo que se pueda creer, Rosero no tenía entre sus planes el fútbol. En su juventud, proyectaba una carrera militar, respaldada por su formación colegial, pero una lesión le cambió el rumbo.
“Fui futbolista por accidente. Me fracturé la clavícula y ya no pude continuar con lo que quería. Ingresé a la Universidad de Quito, donde jugué para el América. Luego pasé por El Nacional y más tarde fiché con Barcelona”, relata.
Fue en 1992 cuando se le presentó la oportunidad de sumarse a un Barcelona plagado de figuras: José Francisco Cevallos, Jimmy Montanero, Wilson Macías, Gilson de Souza, Rubén Darío Insúa, Carlos Muñoz, entre otros. En ese competitivo entorno, Rosero supo ganarse su lugar tanto en el campeonato local como en los torneos internacionales.
Uno de sus momentos más memorables llegó en 1998, con un potente zurdazo en la goleada 4-0 ante Bolívar, un gol clave que le sirvió a Barcelona el pase a las semifinales de la Copa Libertadores.
“Fue un gol especial. En ese momento no me di cuenta de la distancia, pero quedó grabado en mi memoria. Saber que estuviste tan cerca de lograr algo grande, que diste alegría a tantos niños y jóvenes, que hoy ya tienen 40 o 45 años, es algo que te marca. Fuimos parte de una generación inolvidable”, dice orgulloso.
Rosero destaca al técnico Jorge Habbegger como una de las figuras que más influyeron en su carrera. “Él me trajo en 1992. Era una persona muy disciplinada, algo que me resultaba familiar tras mi paso por El Nacional. Llegué a un equipo que mantenía esa misma línea de trabajo”.
Al preguntarle qué representa Barcelona en su vida, el quiteño de 60 años guarda un breve silencio. Luego toma aire y responde con emoción: “Barcelona es una pasión, un sentimiento y una realización en mi carrera”.
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