Amor en Tinder
Hay quienes sí han encontrado el amor en pandemia. Vanessa y Yos son una muestra.Cortesía

San Valentín: Yo sí me enamoré en Tinder

Testimonio: Esta historia de amor nació de una aplicación de citas y no es la única que surgió de ahí. Hay estudios que afirman que la tendencia de encontrar pareja en apps cada vez es más efectiva

Un testimonio de San Valentín: Hace un año buscaba una relación y nada funcionaba. No quería un esposo, pero sí un chico con quien salir de vez en cuando. Quería alguien con quien sonreír, cenar y viajar a la playa. Parecía imposible...

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"¡Ay, Vanessa! Nunca te aparecerá el extranjero, ojos azules, guapo, bueno, trabajador y que te me ame", me lo repetía en broma. Lo cierto es que ya estaba agotada de conocer personas y que ninguno me convenciera... Descargué Tinder.

Eran las diez de la noche cuando me fui a la cama. Estaba cansada, aburrida, pero sin sueño. Ya había revisado las redes sociales y disfrutado de mi novela favorita en Netflix; y aunque me había prometido no entrar a Tinder, cinco meses después de instalarlo en mi celular, simplemente no lo pude evitar. Abrí la aplicación.

“Veamos qué hay de bueno”, me dije. Ya lo había experimentado antes y sabía que la mayoría de seres que tienen esa herramienta tecnológica de citas solo buscan una 'víctima' donde apuntar y colocar la bala justo donde ponen la mira. Y, aunque estaba cansada de esos mensajes que me insinuaban sexo, ahí iba de nuevo, lanzándome en ese extenso y angosto callejón digital donde transitan 50 millones de personas desconocidas, con las que rozaba al caminar.

Así que acomodé la almohada y tapé mis pies con la sábana, para empezar el juego. Deslizaba a la derecha a los guapos, pero sencillos; y a la izquierda a los poco agraciados; a los que tenían una descripción pobre o exagerada en su biografía, a los presumidos, a los que intuía tenían complejos, a los que probablemente me ofrecerían droga. En fin, a los que no me gustaban. A esos me les cruzaba de vereda en mi recorrido

De los tres que me agradaron dos me escribieron, tras tener feeling digital: ‘match’. Uno inició con el típico y cansino “hola, cómo estás”. El otro, en cambio, despertó mi interés con un “¿do you speak english?”. Tenía dos fotos en las que se apreciaba a un paisaje natural y a él en miniatura. Esa sencillez me cautivó. Le contesté, porque además era una oportunidad para practicar mi inglés. Nos tratamos como dos amigos que hace tiempo no se ven. Intercambiamos WhatsApps. Hablamos tres días sobre el clima y de las bellezas de Guayaquil. Acordamos una cita.

Elegí una cafetería del centro y al aire libre. Me vestí sencillo, sin maquillaje, no llevaba ilusiones de nada, pero también estaba lista para que él no llegara. Pero sí llegó. Lo hizo unos 20 minutos tarde y ha sido la única vez que lo he visto ser impuntual.

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Bajó del taxi y se acercó. Amable, encantador y sus ojos azules me cegaron de felicidad. “¿Es en serio?”, me sorprendí. Se disculpó por la demora y me explicó que se había perdido con el taxista por media hora, porque Uber no fue exacto, el conductor no hablaba inglés y ni él español. Es un ucraniano, criado y nacionalizado en Israel, con 10 años más que yo. Había arribado hace una semana por trabajo. Estuvo en Nueva Guinea, India, Ghana y en otros puntos del mundo. Me narró su interesante periplo.

La conversación fue tan fructífera, alejada de insinuaciones sobre acercamientos físicos y de otras incomodidades, que me despedí y regresé a casa con una sonrisa y bajo mi blusa puesta un corazón lleno de expectativas. Me tendí en la cama, sin quitarme los tacos y el jean, y con la mirada congelada hacia el techo. Durante los 10 minutos de meditación repetía: “Ese hombre parece un sueño”.

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En un viaje a la ciudad de Cuenca. A la semana hay más de un millón de citas, que surgieron en Tinder.Cortesía

Dos días más tarde volvimos a salir y le puse mis pruebitas clásicas de niveles: Hablar de cultura general de geografía, humanidad, política y de su profesión. Pasó todo el 'examen'. Entonces vinieron las dudas y desconfianza, porque siempre hay que pensar mal antes de hacerse ilusiones. Y es que ya había vivido varias horrendas experiencias surgidas de la misma aplicación: besar a tipos que después mostraron tener graves problemas psicológicos o hacerseme ilusiones con un guapo, pelucón que solo pensaba en el sexo y no en cómo me sintiera. En fin, después de tantas citas a ciegas que acabaron en desastres, pensé que él sería uno más del montón. Pero no, hoy me incentiva a escribir estas líneas.

Pero lo investigué. Aunque lo sustancial ya me lo había dicho, stalkee sus redes sociales. Tenía dos hijos con la que fue su novia por 9 años; y era divorciado. Ese, además del hecho de gustarle el cigarrillo, fue el único 'error' que le hallé. Sin embargo lo dejé pasar porque como comunmente se dice 'nada es perfecto'. 

Volvimos a salir una vez más, luego otra, luego un viaje a la playa y así de cita en cita nos enamoramos. Ahora somos dos locos viajando por los pueblos (aunque por ahora no, ya que está de viaje por trabajo), sonriendo, besándonos, abrazándonos. A veces, incluso, aprovechando su apariencia nos hacíamos pasar por estadounidenses y decíamos que no entendíamos el español, (aunque en su caso no sabía 'ni pío' de castellano). “Baby, by your face and your hair, you don´t seem to come from here. You so special, so beautiful (bebé, por tu cara y tu pelo, no pareces venir de aquí. Eres tan especial, tan hermosa)”, me elogia. Y así aprendí a comer faláfel y hummus casi todos los días.

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Al inicio de la relación me reprochaba haberlo conocido en Tinder, porque quería seguir hablando como los nostálgicos defensores de los métodos tradiciones de conquista que prefieren las cartas y las serenatas, como en mi adolescencia yo lo hacía. Pero Yos, sí, ese es su nombre, me hizo entrar en razón.

“No importa el medio por donde dos personas que tengan química se conozcan, por donde sea que lo hagan, el momento siempre será romántico”.

En pocos días investigué, pregunté y no soy la única que se enamoró por una aplicación. Existe Tinder y otras apps para citas, como Meetic, Lovoo, Happn, Grindr, match.com, okCupid, Bdoo y más, para facilitarnos las cosas. Si bien hay riesgos, por los que hay que tomar sus precauciones, estos traen un abanico innumerable de usuarios, por ver y conocer. Ahí ya se ha modificado la composición tradicional de parejas. No hay muros sociales como la etnia, el país, el idioma y las clases económicas.

Cada año la tendencia de conseguir amor en aplicaciones crece. Un reciente análisis de Fast Company compara que, en 1995, un año después de que yo naciera, apenas el 2 % de las parejas en Estados Unidos se conocían en Internet. Ahora esa cifra es de al menos el 30%.

Tinder, de acuerdo a resultados de la Universidad de Stanford, provoca, a través de matches y superlikes, un promedio semanal de un millón y medio de citas. Un estudio hecho en Suiza en 2018, por la Universidad de Ginebra (UNIGE), cuyos resultados fueron publicados en la revista científica PloS ONE, dice que las parejas sacadas de aplicaciones amorosas muestran el mismo nivel de satisfacción que las conocidas en otros entornos.

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Otro estudio realizado en 2017, por Philipp Hergovich de la Universidad de Viena y Josué Ortega del Centro para la Investigación Económica Europea (ZEW), indica que las parejas que se conocen en aplicaciones de citas y que llegan al matrimonio son más estables que las que se conocen en situaciones tradicionales. El estudio se realizó con 19.000 matrimonios, que nacieron con un clic.

Y no, no te estoy animando a que te descargues una lluvia de aplicaciones ahora, pero tampoco debes avergonzarte por entrar en una de ellas o de querer hacerlo. 

Es verdad que la mayoría de chats que obtengas a través de estas aplicaciones, serán un intercambio de mensajes estériles. Pero siempre, como tú, hay gente buena ahí que busca una conexión bella y eso me pasó a mí. 

Yos dejó de fumar pocos días después de que la relación se tornara más seria (era un compromiso que tenía consigo mismo y mucho antes de que yo llegara a su vida). Con sus hijos y su ex me llevó de lo más bien, siempre me saludan por videollamada. Me di cuenta que era una ventaja para mí, que ya se haya casado antes, pues siempre está pendiente de no repetir errores de su pasado. No lo hace. En pocos días cumpliré con mi amor un año de relación y hoy celebro San Valentín gracias a Tinder.