Salud

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La dislexia es una dificultad específica en el aprendizaje de la lectura que afecta a entre el 5 y 10 por ciento de la poblaciónCANVA

Ni menos listos, ni más vagos: la dislexia es un trastorno del aprendizaje

Ni confundir derecha con izquierda es un síntoma de la dislexia, ni los niños disléxicos escriben al revés, ni son más vagos. Despejamos algunos mitos

No es una enfermedad, sino un trastorno caracterizado por una serie de dificultades en el reconocimiento preciso y fluido de las palabras, y por problemas de ortografía y decodificación -relacionar sonidos con letras y palabras-.

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La ciencia la conoce bien, pero aún investiga y debate sobre la o las causas que subyacen este trastorno. Y a pesar de que no existe cura para el mismo, un diagnóstico temprano y una intervención adecuada son claves para el buen desarrollo académico y personal de los niños.

Queda tarea por hacer también a nivel social, donde hay que desterrar algunos mitos. 

LA CLAVE DE LA INTERVENCIÓN TEMPRANA

La dificultad a la hora de leer y escribir se traduce en problemas de aprendizaje, explica Beatriz Gavilán, neuropsicóloga y profesora colaboradora de los estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), para quien, además, esto puede afectar a la autoestima del niño, que ve cómo el resto de la clase aprende más rápido y con mucho menos esfuerzo.

Por eso, insiste, es indispensable un diagnóstico y una intervención temprana, lo que puede cambiar radicalmente el desarrollo de estas personas, pero también la conciencia sobre la situación en su entorno: padres, familiares o profesorado.

“Hay que evitar a toda costa pensar que ese niño no hace las cosas porque no quiere. No hay que sumar problemas al problema base porque eso al final impacta emocionalmente al menor”, subraya Gavilán, también de la unidad de rehabilitación infantil del Hospital Beata María Ana de Madrid.

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“Es un poquito vago” o “ves como si te esfuerzas lo consigues”, se han convertido en frases comunes en estos casos y son especialmente peligrosas porque -apunta- transmiten al niño que de alguna forma es culpa suya.

De ahí la importancia de la concienciación, recalca esta experta, quien recuerda que los niños con dislexia no tienen un cociente intelectual más bajo que la media. Quizás no lleguen a leer a la misma velocidad que sus compañeros, pero con intervenciones adecuadas sí van a poder seguir cursando sus estudios.

La dislexia tiene un origen neurobiológico y afecta zonas del cerebro que procesan el lenguaje. Tiene además un componente hereditario/genético importante: se estima que entre el 30 y 50 por ciento de los casos tienen antecedentes familiares.

LAS CAUSAS

Aunque la idea más extendida es que detrás de este trastorno hay una sola causa, la fonológica, “la ciencia lleva tiempo diciendo que es mucho más complejo”, indica a EFE Marie Lallier, del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL).

La dislexia parece tener causas multifactoriales, como problemas de atención visual o auditivos, y esa heterogeneidad es la que se investiga. Según Lallier, los niños con dislexia presentan perfiles muy distintos que ahondan en esa falta de homogeneidad.

Por ejemplo, hay menores en edad escolar con problemas fonológicos que efectivamente no pueden “jugar” con sonidos o presentan dificultades para recordar secuencias de cosas, pero también los hay que, aun no teniendo problemas fonológicos, sí tienen un nivel de lectura muy por debajo de lo que se espera para la edad.

Estos niños lo que tienen es un problema de atención visual, es decir, son capaces de manipular sonidos pero tienen problemas a la hora de procesar múltiples elementos visuales: si se les presenta una serie de cinco letras de manera rápida solo verán dos o tres.

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Por lo tanto, describe la investigadora del BCBL, no verán palabras enteras, sino sílabas, lo que dificulta la lectura rápida.

En cuanto al cerebro, en un niño con dislexia las zonas involucradas en la lectura se activan menos, como la llamada área visual de las palabras o corteza ventral occipitotemporal, detalla Lallier, quien menciona, asimismo, que en los últimos años se han identificado algunos genes como posibles candidatos a diagnosticar el riesgo a desarrollar este trastorno.