Entre el orgullo y el prejuicio: la lucha por ser vistos con respeto
Entre el orgullo y el prejuicio: la lucha por ser vistos con respetoEFE

"No somos tu chiste": el estereotipo que aún pesa sobre la comunidad LGBTIQ+

Personas LGBTIQ+ siguen siendo encasilladas como “el gay gracioso” o “la drag llamativa” en medios, redes y espacios sociales

Junio es más que un mes de celebración para la comunidad LGBTIQ+: es un recordatorio de que la lucha por el respeto y la igualdad sigue vigente. Aunque en Ecuador y el mundo se han logrado avances legales y sociales, persisten formas de discriminación que se disfrazan de humor, “inclusión” o personajes pintorescos, y que aún marcan el día a día de muchas personas diversas.

Desde la televisión hasta las reuniones familiares, lo LGBTIQ+ sigue siendo, para algunos, un accesorio para la risa o la burla: el personaje escandaloso, la amiga exótica, la drag para la foto. Esta caricaturización, lejos de visibilizar con respeto, termina reforzando estereotipos y negando la complejidad de quienes integran la comunidad. ¿Dónde quedan la humanidad, la inteligencia, la tristeza y la historia detrás de la sonrisa?

Activistas, psicólogos e influencers reflexionan sobre el impacto de un humor que hiere, la presión de encajar en estereotipos virales y la necesidad de reconocer que ser visible no significa ser reducido a un personaje. Porque el orgullo no se trata solo de celebrar, sino también de cuestionar y construir espacios donde todas las personas puedan existir con dignidad.

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Cuando el personaje eclipsa a la persona

En el entretenimiento, la publicidad o las reuniones familiares, no es raro que lo LGBTIQ+ se vea como un accesorio: algo “divertido”, “chispeante”, “atrevido”. Pero ¿dónde queda la humanidad? ¿La tristeza, la inteligencia, la historia detrás de la risa?

“Desde mi perspectiva hay una línea estrecha entre el humor y la exclusión”, señala Emilio Villafuerte, activista y director de Valientes de Corazón. “Cuando se utilizan estereotipos para referirse a una identidad u orientación, o se invisibiliza la memoria de la comunidad, ya no hablamos de humor, sino de una forma de burla disfrazada”.

El humor que hiere

El humor es una herramienta poderosa: puede sanar o destruir. El psicólogo Marco Moscoso lo resume así: El humor deja de ser risa cuando alguien se convierte en blanco sistemático de burlas que refuerzan estigmas. No se trata de cancelar el humor, sino de revisarlo: preguntarnos ¿de qué nos reímos, y a costa de quién?”.

Este tipo de exclusión sutil es aún más peligrosa cuando se normaliza. Cuando una persona LGBTIQ+ es tratada únicamente como “el alivio cómico”, se le niega la posibilidad de ser tomada en serio, de existir como alguien complejo, con emociones y derechos.

La delgada línea entre broma y acoso

Para el psicólogo clínico César Valcárcel, la repetición constante de un estereotipo puede convertirse en acoso. Cuando hay redundancia en señalar una característica, ya no es humor: es violencia. Y esa violencia nace de la intolerancia, de no aceptar lo que el otro representa: libertad, éxito, empoderamiento. El acoso no es una broma, es una forma de agresión”.

Redes sociales: entre la viralidad y la burla

En plataformas como TikTok o Instagram, donde la visibilidad depende muchas veces del algoritmo y el consumo rápido, las personas LGBTIQ+ sienten presión por encajar en personajes “vendibles”. Pero esa viralidad tiene un costo emocional.

La influencer Carolina Salas, conocida como Pecas lo explica desde su experiencia: Cuando la risa ya no es compartida, cuando se vuelve burla, la libertad se cruza. Si sabes que tu chiste puede hacer sentir mal a alguien, mejor quédate callado. La libertad de uno termina donde empieza la del otro”.

Más allá del “personaje”: el derecho a ser complejos

No todas las personas LGBTIQ+ son graciosas, ni todas quieren ser el alma de la fiesta. Algunas son serias, otras reservadas, otras incómodas en público. Y todas merecen respeto.

“El humor LGBTI debería servir para culturizar, no para excluir”, afirma Villafuerte. “Que nos ríamos juntos, no que nos rían desde lejos”.

Ser visible no significa ser consumido. Ser diverso no es ser el “personaje” de nadie. En un mundo donde los avances legales no siempre se traducen en respeto cotidiano, la lucha LGBTIQ+ también exige eso: el derecho a la complejidad, al silencio, al llanto… y sí, también a la risa, pero una risa que no hiera.

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