
María Teresa Guerrero: “Hasta cuando el miedo te tenga miedo”
Una historia de fe, valentía y propósito, que transforma el cáncer en un camino de gratitud y fuerza interior
Deportista, modelo y presentadora de televisión, María Teresa Guerrero -la querida Flaca- ha sido durante años una figura entrañable para los ecuatorianos. Pero este 2025 la puso frente a una montaña rusa de emociones, temores y también pequeños milagros. Durante las grabaciones de MasterChef Celebrity en Colombia -donde alcanzó el quinto lugar- empezó a sentir molestias que atribuyó a un malestar estomacal.
No imaginó que, tras varios exámenes, recibiría uno de los diagnósticos más duros que puede escuchar una mujer: cáncer de ovario bilateral en etapa tres, con metástasis en el peritoneo. En ese momento, la Flaca vivía en Estados Unidos, donde también inició su tratamiento, lejos de su familia, pero rodeada de amigos que se convirtieron en su red de apoyo.
Su proceso de recuperación la ha vuelto aún más visible y cercana. Hoy es una voz firme, real y necesaria para quienes transitan por esta enfermedad; ella habla desde la verdad, sin maquillaje emocional, y ofrece esperanza a miles de seguidores que la leen. Ya no corre movida por el ego ni por la competencia interna que alguna vez la impulsó: ahora lo hace como un acto de gratitud por la vida. Con el paso del tiempo ha sabido transformarse y adaptarse, y en esta conversación honesta se abre con sencillez sobre lo que enfrenta, lo que ha aprendido y la fuerza interior que la sostiene.
El ritual que la sostuvo
“Hasta que el miedo te tenga miedo a ti”, recuerda María Teresa, una frase que repetía durante las competencias y que se volvió parte de su rutina emocional. “El cáncer lo viví como un Ironman que tenía que completar”, confiesa. Para una mujer que ha dedicado su vida al deporte, transformarlo en una carrera de resistencia fue también su manera de aferrarse a la vida.
A veces piensa que esa fortaleza que le dio el deporte, pudo ser también la causa de su enfermedad: “Vivía con el cortisol elevado por la ansiedad de tener un buen desempeño en las carreras”. Hoy, cada mañana, su primer gesto es agradecer. “Nunca estuve tan cerca de Dios como desde que tengo cáncer”, y confiesa: “Lo primero que hago al abrir los ojos es agradecer que sigo viva”.
La Flaca reconoce que esta enfermedad la quebró, pero también la reconstruyó: la acercó a su familia, la llevó a perdonarse, a reconciliarse con su historia y a mirar lo esencial. “Los seres humanos vivimos creyendo que tenemos todo garantizado, pero no es así”, reflexiona. “El cáncer me enseñó que nada es seguro y que la vida es un regalo diario”.
El superpoder que la hizo invencible
No era la primera vez que la vida la ponía a prueba. “Primero me atropellan, pierdo los dientes, y ahora pierdo el pelo”, dice recordando el accidente de 2011, cuando trotaba por la vía Samborondón.
Pero esta vez, la batalla fue distinta. “Amo tanto la vida que no me quiero ir”, confiesa. Ese amor la impulsó a seguir corriendo, incluso a los cuatro días de la quimioterapia. Su oncólogo se lo dijo sorprendido: “En 25 años de carrera nunca vio una recuperación tan rápida”.
Su secreto: una mezcla de fe, deporte y un símbolo muy especial: una pequeña almohada de la Mujer Maravilla que lleva en cada viaje. “Me la regaló una amiga. Cuando la veo, me pongo mi capa, aunque no se vea, y siento un superpoder”, dice riendo.
Una médica ecuatoriana fue quien le enseñó el gesto que adoptó para enfrentar el pánico: manos en la cintura, mentón arriba, imaginar una gran capa. “Ese día entendí que no me iba a morir. Que podía cruzar esta ola”.
Hoy, la Flaca está libre de cáncer, pero su proceso no termina. Lleva un puerto implantado en la arteria para recibir una medicación cada tres semanas durante un año. “La gente cree que cuando tocas la campana se acaba todo, pero no es así. Aún queda camino, pero estoy viva, y eso es lo único que importa”.
La gratitud y amor como motor
Cuando recibió el diagnóstico, pensó en su padre, Alberto, y reclamó a Dios. Luego comprendió que la enfermedad no distingue: “Ser deportista no te hace inmune al cáncer”. Pasó del reclamo a la aceptación. “Este proceso tiene un propósito”, dice. Y lo encontró: ayudar a otros.
Hoy recibe cientos de mensajes diarios de mujeres con cáncer, creando una pequeña “manada”, como dice ella, una red de apoyo que se extiende entre Ecuador, Argentina, España y Estados Unidos. “No están solas. Los milagros existen y yo soy prueba de eso”.
La Flaca reconoce que el soporte emocional fue vital. Habla con cariño de Graham Kersey, -su rocketman, como ella lo llama- quien la acompañó durante su tratamiento, de su familia y de las amigas que viajaron desde distintos estados solo para sostenerla. “Las quimios son horribles, pero con gente así, uno siente que puede seguir”.
La caída del pelo fue uno de los golpes más duros. “Una cosa es cómo te ves, otra es cómo te sientes”, explica. La quimioterapia dejó secuelas, como neuropatía en un pie, pero aun así sigue moviéndose. “Antes me preocupaba verme bien; ahora solo quiero estar viva”.
Sus proyectos hoy tienen otra dirección: “Quiero motivar a la gente a creer, a tener fe, a saber que sí se puede”. Ya suma dos conferencias masivas y planea carreras solidarias. También sueña con correr su primera media maratón del nuevo ciclo de su vida, pero sin el ego de antes: “Ya no corro para demostrar nada. Corro para vivir”.
De la televisión no quiere saber y lo dice bien claro: “Esa etapa ya pasó”, afirma con serenidad.
Cara a cara
¿La palabra que define tu año? Yo creo que son dos: valentía y resiliencia, sin duda.
¿El mayor mito sobre el cáncer que te gustaría romper? Hoy en internet circulan muchos mitos que confunden, especialmente cuando se tiene cáncer. Por eso es clave filtrar la información y confiar en los médicos. También es falso que una persona con cáncer no pueda moverse. No se trata de hacer ejercicio extremo, pero sí de mantenerse activo: caminar 15 o 20 minutos puede marcar una gran diferencia. Yo misma descubrí que el movimiento da vida durante el tratamiento.
¿Cómo ves la belleza después del cáncer? En este momento entiendo que la belleza es diversa. Después del cáncer comprendí que lo externo importa menos y que debemos mirarnos con más compasión. No es fácil, sobre todo para las mujeres en una sociedad que asocia belleza con tener el pelo largo. El cáncer es más común en Ecuador de lo que se cree, y por eso es importante normalizar la caída del cabello y aprender a ver la belleza de otra manera.
¿La prenda o look que te devolvió seguridad? Al inicio me daba vergüenza salir sin pelo, pero con el tiempo aprendí a soltar; el cáncer me enseñó eso. Al principio usé unas pelucas baratas de Amazon que me ayudaron mucho, pero poco a poco las dejé y ahora ya no las uso.
¿El consejo que te hubiera gustado recibir? Dejé de buscar respuestas en “los doctores ChatGPT e Instagram”. Al principio recibía tanta información que terminaba más confundida, incluso cuando venía de amigos. El consejo es simple: escucha solo a tus médicos; ellos son quienes realmente saben y te van a guiar. Y algo fundamental: hacer click con tu doctor. Si no sientes empatía, es mejor cambiar de especialista.
¿Un mensaje para alguien que hoy empieza su lucha? La fe, en la creencia que cada uno tenga, es lo que finalmente nos impulsa a seguir adelante. No vengo a decir en qué deben creer, sino a recordarles que se aferren a esa fe para atravesar la ola. Esa ola solo la puede cruzar quien la vive; ningún familiar puede hacerlo por ti, por más amor y apoyo que te den. Se necesita valentía para avanzar, pero al llegar al otro lado descubres que hay más personas y que juntos pueden crear una red de apoyo.
¿Qué te hace sonreír ahora sin explicación? Hay muchas cosas me hacen sonreír. Disfruto de las pequeñas cosas y de vivir en el presente: levantarme, mi perro, una taza de café. Antes siempre pensaba en lo que venía; hoy vivo el momento con una gratitud inmensa.
¿Tu palabra favorita hoy? Más que palabras una frase: “Hasta que el miedo me tenga miedo a mí”, es un recordatorio que todos deberíamos de decir en algún momento de la vida.
¿Qué te ilusiona del 2026? Tengo muchas propuestas. Los proyectos dan ilusión, y la ilusión nos permite ver un futuro posible. Un diagnóstico no es una sentencia; tener metas y trabajar en ellas ayuda incluso a la mente a creer en lo que todavía no ocurre. Yo siempre soñé en grande: me imaginaba llenando estadios y se lo contaba a mis hermanos. Este año he dado dos conferencias con sala llena. Ha sido una bendición de Dios, tal como lo prometió y yo lo creí.
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