
Leyendas y supersticiones que forman parte del Ecuador
Del gato negro a la Dama Tapada. Descubra cómo las historias de miedo se reinventan en la cultura ecuatoriana.
De pequeños (o grandes también), todos hemos escuchado una historia que nos erizó la piel. Es que, un ruido en medio de la noche, una puerta que se cierra sola o una presencia que parece mirar desde la oscuridad… son escenas que regresan cada octubre, cuando Halloween se acerca y el ambiente se llena de misterio.
Y en Ecuador, las leyendas, relatos y supersticiones locales no solo se cuentan para asustar, sino para recordar nuestras raíces. Son fragmentos de una cultura que mezcla lo ancestral con lo popular y que aún sobrevive en las conversaciones nocturnas en familia. Para entender por qué seguimos creyendo (y temiendo), SEMANA conversó con un especialista para descubrir el significado que estas tradiciones todavía tienen en nuestra vida cotidiana.
Relatos que unen
En el país, las narraciones han pasado de generación en generación como parte de una costumbre tan antigua como compartir la mesa o reunirse en familia. Así lo explica el historiador Miguel Cantos, al comentar que gran parte de las supersticiones y leyendas locales nacen de la tradición oral, una herencia que ha moldeado nuestra forma de entender el mundo.
“Siempre había un momento en que los mayores comenzaban a narrar ciertos acontecimientos que condensaban temores, advertencias y valores”, recuerda Cantos. A medida que la ciudad crecía y llegaban personas de distintas provincias, las creencias y los miedos de cada lugar se mezclaron, dando origen a nuevas versiones de los cuentos que hoy siguen vivos en la memoria popular. “Guayaquil, al igual que muchas ciudades de América Latina, se ha construido sobre un conjunto de costumbres y relatos que forman parte de su identidad colectiva”, comenta. Y aunque los tiempos cambien, hay anécdotas que se niegan a desaparecer, como si el miedo siguiera encontrando nuevas formas de contarse.
Cuando el miedo se viste de fiesta
En los últimos años, Halloween ha pasado de una curiosidad extranjera a convertirse en parte del ambiente de la ciudad. Disfraces, calabazas, telarañas y luces naranjas se mezclan con nuestras propias tradiciones, llenando de color y misterio las calles. “El comercio, la diversidad cultural y el dinamismo social han hecho que Halloween se convierta en una festividad más dentro del calendario urbano”, comenta Cantos.
Además, el auge de esta celebración también se debe a la migración de finales del siglo XX y comienzos del XXI. “Muchos ecuatorianos que viajaron a Estados Unidos o Europa regresaron trayendo consigo tradiciones que luego se adaptaron a nuestra cultura”, explica el historiador. Así, octubre se transformó en un mes donde las supersticiones, las leyendas y el encanto de lo sobrenatural se celebran sin temor.
Por eso, esta fecha nos recuerda que el miedo también puede ser una excusa para reunirnos, reírnos de lo desconocido y celebrar lo que compartimos.
Leyendas que siguen vivas
En cada región del país hay historias que se cuentan al caer la noche. Algunas nacieron como advertencias, otras como intentos de explicar lo inexplicable, pero todas comparten un mismo propósito: mantener viva la memoria y el misterio. Estas son algunas de las más recordadas:
- La dama tapada: Una de las leyendas más populares del país. Se dice que aparece por las noches con un vestido elegante y un velo que cubre su rostro. Su belleza atrae a los hombres, pero cuando se descubre, muestra un rostro terrorífico.
- El niño de la mano negra: Originaria de Guayaquil, cuenta la historia del espíritu de un niño que deambula por el Cementerio General, pidiendo ayuda o asustando a quienes se cruzan con él.
- La viuda del tamarindo: También guayaquileña, esta historia habla de una mujer que aparece vestida de negro bajo el árbol del tamarindo, buscando venganza o llorando una traición.
- El tesoro del pirata Lewis: En la costa se dice que el pirata escondió un cofre lleno de oro, custodiado por su espíritu. Muchos han intentado encontrarlo, pero nadie ha regresado igual.
- El monstruo de la laguna de Papallacta: En la Sierra, los pobladores hablan de una criatura que emerge de las aguas en noches de neblina, símbolo del miedo a lo desconocido.
- El espíritu del cementerio: Inspirado en la historia del político Víctor Emilio Estrada, se cuenta que su fantasma aparece en la entrada del camposanto para detener taxis y desaparecer en el camino.
7 supersticiones que no desaparecen
Las supersticiones son esas creencias que nos hacen evitar ciertas acciones o repetir pequeños rituales “por si acaso”. Forman parte de una sabiduría popular que busca protegernos de la mala suerte, aunque pocas veces sepamos por qué. Y con el tiempo, estas creencias se transmitieron de forma natural, de padres a hijos, en un ciclo que todavía se repite. “Los niños observan a sus mayores sentir temor o respeto ante ciertos símbolos y aprenden a hacer lo mismo”, explica Cantos. Algunas de las más conocidas son:
- No pasar debajo de una escalera: Se cree que trae mala suerte porque interrumpe el triángulo que simboliza la unión entre lo divino y lo terrenal.
- Evitar los espejos rotos: Romper uno se asocia con siete años de mala suerte, porque antiguamente se pensaba que los reflejos guardaban parte del alma.
- No abrir un paraguas dentro de casa: Se decía que hacerlo alejaba la buena fortuna y atraía desgracias al hogar.
- Colocar una escoba detrás de la puerta: Según la creencia popular, sirve para ahuyentar las visitas indeseadas o cortar la energía negativa.
- No dejar la cartera en el suelo: Se cree que “el dinero se escapa”, por lo que muchos evitan hacerlo incluso sin recordar de dónde viene la costumbre.
- Tocar madera: Se usa para evitar que algo malo suceda después de decir una frase “de mala suerte”.
- Los gatos negros: Para algunos son símbolo de mala suerte si cruzan el camino, aunque en otras culturas son considerados protectores.
Curiosidades de Halloween
- Su origen no es estadounidense. Nació en Irlanda y Escocia como parte del festival celta Samhain, que marcaba el final del verano y el inicio del invierno.
- En Europa se tallaban nabos con rostros terroríficos. Al llegar a América, los inmigrantes cambiaron el nabo por la calabaza, al ser más fácil de trabajar.
- Los colores no son casualidad: el naranja representa la cosecha de otoño, mientras que el negro simboliza la oscuridad y la transición entre la vida y la muerte.
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