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El lugar. En el taller, donde confecciona sus zapatos.Fotos Cortesía / Mateo López

Edmundo López o el edén del calzado

Este zapatero cambió las artes visuales por la confección de botas y botines de cuero.  Díos Leather Shoes es su propuesta. Personaliza cada modelo

Charly García canta “filosofía barata y zapatos de goma, quizás es todo lo que te di”. Edmundo López entrega lo contrario: diálogo ameno y reflexivo y calzado de cuero garantizado. Se trata de un pensador estoico, un artista de la bota, un hombre que está convencido que el peor error es decir “zapatero a tu zapato”. “Obvio no vas a operar a un paciente, pero que no te quiten el derecho de opinar sobre cualquier tema”, comparte con una sonrisa.

No fue al séptimo día, tuvieron que pasar más de cuatro décadas para crear su universo: Díos Leather Shoes. Una zapatería que se encuentra en el Centro Histórico de Quito, en los altos de La Caponata. “Como fotógrafo, mediocre. Como pintor y escultor, de igual forma. Me pregunté: qué mismo voy a hacer de mi vida, y recordé mis carencias, lo mucho que significaba tener unas zapatillas nuevas de niño”.

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Se propuso ser un gran zapatero hace cuatro años. “Me entrego por completo a este oficio, pero dejando al ego de lado. Trabajo con humildad, consciente que esta palabra viene de humus, de tierra, de donde venimos todos y hacia donde vamos”, explica sin petulancia, para agregar que lo hace como “un comprendedor, mas no como un emprendedor”.

¿Cuál es la diferencia? “Un emprendedor se rompe trabajando, deviene en una empresa y crea un negocio que, en el mejor de los casos, genera puestos de trabajo; digo esto porque la mayoría explota el tiempo del otro. Como comprendedor te das cuenta de que un negocio es la negación del ocio. Además de que ames lo que haces, necesitas tu tiempo de calidad y de cantidad para leer un libro, escuchar música, tener un verdadero espacio recreativo”.

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El Plan. Tras una invitación del Centro Cultural Metropolitano de Quito, prepara muestra de su arte.Fotos Cortesía / Mateo López

Por eso en su taller hay más que botas y botines en las estanterías. Entre las cortadoras y pulidoras pueden hallarse libros de filosofía y política. En medio de las cosedoras hay una guitarra. En las paredes no hay lienzos colgados, sino distintas pinturas de Eva estampadas en cuero, realizadas por Luigi Stornaiolo, Wilson Paccha, Fernando Arteaga, Rafael Díaz, David Jara…

Pero no solo se puede apreciar el trabajo de estos artistas, sino que es común encontrarse con alguno de ellos. Tan común como hallar a músicos o teatreros, a cineastas o actores. Antes de arribar a este paraíso del calzado, el director Sebastián Cordero visitaba a Edmundo. “Casi todos los días cae alguien conocido del mundo cultural. Vienen porque les confeccione un zapato o porque solo quieren conversar y conocer el taller: yo igual gano con la venta o con sus charlas”.

Desde lo artesanal convive de mejor manera con el canon artístico, ese que un tiempo atrás lo vetó cuando expuso su propio sepelio. ‘Mi funeral’ fue una obra que dividió criterios. Un joven Edmundo se había dado por muerto y organizó su velatorio. Un performance que representó su propia muerte.

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“Las élites son las que validan o no al arte. Pensaron que me burlaba de la muerte, que lo hacía por jugarles una broma. En realidad, trabajé todo un proceso de investigación y era una manera de comprender la orfandad que tengo desde los 11 años, cuando murió mi padre. Hice un trabajo serio que no se comprendió”.

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Los cueros. Nacionales e importados dan vida a la propuesta multicolor.Fotos Cortesía / Mateo López

Nunca despuntó como artista, parte por el calvario de su acto, parte porque reconoce que no sobresalía en ninguna disciplina. Hasta llegar al mundo de la zapatería vendía licores y daba clases de tenis. También tejía y bordaba, como lo hizo como vestuarista de la ópera ‘La flauta mágica de los Andes’.

Continúa cosiendo, pero ahora cueros argentinos, colombianos y ecuatorianos. Cada vez que confecciona un par de zapatos recuerda que era el último de seis hermanos, cuatro hombres y dos mujeres, y que tenía que heredarlo todo.

“Sabes que la ilusión más grande era tener unos zapatos nuevos. Pero no renegué de la pobreza. Era consciente del esfuerzo de mi padre, quien remendaba la ropa y los zapatos, cosía y hacía cuadernos con las hojas que sobraban. Lo hacía callado y me enseñó que el mejor ejemplo se da en silencio”. Ese silencio y concentración que lo acompañan mientras personaliza un zapato luego de ponerse a los pies de sus clientes, porque quiere que todo calce perfecto, “porque el pisar firme trae la felicidad”.

A la medida: El concepto creativo y el artista

El trabajo de Díos Leather Shoes recae en la tilde, la cual hace la diferencia. Para Edmundo López, se trata de pisar con firmeza aquellas ideas religiosas que invitan a pensar en otras vidas, cuando hay que disfrutar esta. Se trata de caminar como humanos y con ilusiones terrenales, así como dejar una huella en el otro.

Por eso, con cada 10 pares vendidos busca a alguien en la calle y le confecciona unos zapatos gratis. Él trata de personalizar cada calzado, y esto puede llevar entre una semana y un mes, dependiendo los pedidos que tenga. Pero también hay zapatos disponibles todo el tiempo.

Ya no juega tenis, fútbol y ping pong. Ya no escala montañas ni pedalea. A sus 52 años hacía todo esto, pero por lo pronto un doble COVID lo ha debilitado físicamente, pero no ha mermado la disciplina en su oficio.

Es padre de Pepa y Mateo, a quienes no quiere heredar su local, sino el ejemplo de que hagan lo que les gusta, sin olvidarse del prójimo. Pueden encontrar a Edmundo en el Centro Histórico de Quito, en las calles García Moreno y Manabí.