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Destino o azar, creer o no creer

Una idea enraizada desde hace muchos siglos es la muestra del ser humano a la seguridades, y una forma de recibir tranquilidad sobre el futuro.

tarot
Un filipino, echador de cartas del Tarot para adivinar el destino de los transeúntes, en Manila. La cartomancia es una de las mancias adivinatorias.EFE/ Melyn R. Acosta

Las artes adivinatorias que entre las civilizaciones antiguas gobernaban la vida, pasado, presente y futuro de los seres humanos, y entre las que mitos, dioses o planetas eran protagonistas del transcurrir del tiempo, fueron perdiendo su gobierno a medida que la ciencia ha ido descubriendo la composición de la Naturaleza y del Universo, pero siempre nos quedará la duda de si no hemos hecho enmudecer demasiado pronto a los que en un tiempo guiaron los designios del planeta.

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 La idea del destino se encuentra enraizada desde hace muchos siglos entre nosotros porque ya desde el tiempo de la civilización griega existía la convicción de que todo tenía que estar escrito. Para los griegos eran las Moiras, mientras que para los romanos eran las Parcas, las que en el momento del nacimiento ellas decidían los actos y el momento de la muerte de toda persona.

La existencia de las mancias o artes adivinatorias se basa en la necesidad de conocer qué va a pasar y, por supuesto, las mancias sobreviven porque el vidente le dice al cliente lo que quiere oír y así mercadear con la esperanza de la gente sobre las tres grandes cosas que nos importan: la salud, el dinero y el amor

Miguel Ángel Sabadell, doctor en Ciencias Físicas

 El físico afirma que hay un término descrito como ‘profecía autocumplida’ por la que, “cuando a alguien se le predice que le va a pasar algo, está comprobado por la ciencia que de alguna forma te obligas a que suceda eso o haces que suceda, es decir, buscas que se cumpla esa predicción porque necesitas para tu tranquilidad que se cumpla”.

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Miguel Ángel Sabadell, doctor en Ciencias Físicas, dedicado durante más de 25 años a la comunicación social de la ciencia, explica a EFE, desde el punto de vista de un científico, la razón de la existencia de las artes adivinatorias o ‘mancias’ y las dos visiones enfrentadas en la vida del ser humano: el destino y el azar.

MITOS DE LA ANTIGÜEDAD

“El destino griego siempre estuvo impregnado de hado, de fatalidad, una mentalidad que ha persistido hasta nuestros días: nadie habla de destino cuando gana, sino justamente cuando pierde”, argumenta Sabadell.

La contrapartida nórdica, relata el doctor, son las Nornas, tres viejas brujas malévolas que deciden el futuro de los hombres con las runas (misterio, susurro o secreto en las lenguas germánicas) y que viven bajo las raíces del Yggdrasil, un fresno cuyas ramas y raíces mantienen unidos los diferentes mundos que componen la mitología escandinava para la que el porvenir es tremendamente sombrío.

“En la sociedad vikinga, con arraigada mentalidad guerrera, morir en la batalla era un destino digno de admiración y hasta el fin del mundo se produciría por una gran y última batalla: Ragnatrok, de la que se sabía qué iba a suceder, quién iba a luchar y el destino de cada uno de los luchadores”, describe el físico.

En el Völuspá, ‘Las profecías de las adivinas’, uno de los poemas más bellos y antiguos conservados de la cultura islandesa, narra la historia del mundo, desde su creación hasta su destrucción.

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LA INCERTIDUMBRE VITAL DEL SER HUMANO

Estos conocimientos antiguos, para Sabadell, demuestran la incertidumbre del ser humano frente a su futuro, porque “el ser humano necesita seguridades, y una forma de recibir tranquilidad, por así decirlo, es creer que ya todo está escrito, que existe el destino y que no hay nada que se encuentre sujeto a la casualidad y al azar, de ahí nace la idea del destino”.

“Al ser humano no le interesa conocer la respuesta correcta sino la que le reconforta y que, por un lado, son las creencias de supervivencia después de la muerte, porque consuelan, ya que lo que nos molesta mucho no es que desaparezcamos, sino que lo hagamos nosotros y el resto siga en pie y, por otro lado, está la necesidad de conocer lo que nos va a pasar”, enfatiza el físico.

SALUD, DINERO Y AMOR

“Los sicólogos dividen a los seres humanos en dos grandes grupos que son los de control interno y los de control externo. Los primeros son los que quieren tener todo bien controlado y atado, y cuando sucede algún hecho que no pueden controlar se ponen nerviosos. A los de control externo la respuesta que tienen cuando, por ejemplo, sufre algún accidente un familiar, es decirse: `estaba de Dios que fuera así´, o algún otro pensamiento alentador por el estilo”, añade el doctor.

Sabadell subraya que “la existencia de las mancias o artes adivinatorias se basa en la necesidad de conocer qué va a pasar y, por supuesto, las mancias sobreviven porque el vidente le dice al cliente lo que quiere oír y, así, mercadear con la esperanza de la gente sobre las tres grandes cosas que nos importan: la salud, el dinero y el amor”.

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La Astrología, para Sabadell, es una de estas mancias que “procede de los tiempos en que creíamos que los dioses vivían en el cielo y lo interpretábamos como que esos dioses eran los planetas, esta es la idea se ha mantenido en el tiempo. Aunque los astrólogos quieran mediante ordenadores calcular la posición de las estrellas, lo que están observando en sus mediciones no es realmente el cielo, sino un cielo de hace dos mil años, porque la posición de los planetas no se corresponde ni en el siglo ni en el cielo real, sino en un cielo inventado hace dos mil años”.

AZAR: HECHOS QUE ESCAPAN A NUESTRO CONTROL.

El azar, sin embargo, distingue el físico, “es cuando suceden hechos que se escapan de cualquier control nuestro o que pasan por casualidad. Para mí, uno de los ejemplos más claros de azar fue cuando explotó, el 25 de julio de 2000, el avión Concorde de Air France”, (avión que salió del Aeropuerto de París-Charles de Gaulle rumbo al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, de Nueva York y que sufrió un accidente al despegar en el que fallecieron 113 personas).

“Lo que pasó entonces fue que, de un avión DC-10 que había salido un poco antes, se desprendió un trozo de chapa sobre la que, al pasar la rueda del Concorde, saltó y fue a chocar cerca de la zona de combustible, provocando la explosión del Concorde. Estos son los hechos y los que creen en el destino dirán que estaba predestinado para que sucediera así, mientras que lo que decimos los que no creemos en el destino es que realmente son casualidades de la vida”.

Miguel Ángel Sabadell asegura que “el destino existe porque queremos interpretar unos hechos en los que no existen las casualidades, porque todo está de alguna forma predeterminado, así como que cuando conoces a tu pareja no es por casualidad sino porque vivís cerca, porque te la cruzas en el autobús u otra coincidencia”.

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El físico agrega que hay un término descrito como ‘profecía autocumplida’ por la que, “cuando a alguien se le predice que le va a pasar algo, está comprobado por la ciencia que de alguna forma te obligas a que suceda eso o haces que suceda, es decir, buscas que se cumpla esa predicción porque necesitas para tu tranquilidad que se cumpla”.

Pero, según Sabadell, la evolución de estas creencias fue el paso que se dio ‘del mito al logos’. “Tras la interpretación que daban los griegos de que la caída de una hoja era consecuencia de la acción de un dios que es el que manejaba la naturaleza y sus fenómenos, el ser humano comenzó a buscar la razón de las leyes naturales en el Universo, que no es un lugar donde Dios te plantó como quien planta una maceta, sino que tiene una serie de leyes y normas”.

Miguel Ángel Sabadell concluye con una contundente diferenciación entre los creyentes y los no creyentes, o lo que, según el físico, distingue el destino del azar: “Si eres creyente pensarás que esas leyes las ha dado Dios, pero si no eres creyente creerás que realmente hay una ley por debajo de la experiencia que tú ves, que te puede hacer comprender el Universo y que puedes cambiarlo, que es lo que hemos hecho nosotros en la ciencia: descubrir las leyes que trabajan en el Universo y utilizarlas en nuestro beneficio, pero si crees en dioses no puedes hacerlo”.