Reunión de la Tía Loca
Sobreviviendo a una reuniónMiguel Rodríguez

Crónica de una sesión corporativa, lo que nadie te cuenta de las juntas

En tiempos de plataformas en inglés, sigo sobreviviendo sin asistente y sin título rimbombante... pero con ortografía intacta

Entré a la sala con mi cuaderno -porque soy del siglo pasado y todavía tomo notas a mano- y me encontré con un grupo emocionado de jóvenes que se miraban expectantes, listos para conocer los pormenores de la citada reunión. Todos tenían su tablet encima de la mesa, con teclado incorporado, listos para sus apuntes. No me amilané: saber escribir sin que el diccionario incorporado te corrija debería ser motivo de una estrellita al estilo pre-kínder.

“Soy periodista”, dije con la entereza de quien se ha quemado las pestañas entre titulares, libretas y café recalentado. Porque, mijita, eso de investigar, pensar y encima tener una opinión propia no es poca cosa… aunque ahora parezca una rareza más grande que encontrar un taxi libre a las seis de la tarde en plena Víctor Emilio Estrada.

Ahí mismo comenzaron a desfilar los títulos: assistant, senior, project manager, analyst… ¡Dios mío, parecía que había entrado a una junta de ejecutivos gringos! En mis tiempos, eso tenía nombre en español: secretaria, jefe, coordinador, analista… y uno sabía a qué atenerse. Nadie sabe exactamente qué hacen, pero todos suenan importantísimos. Aunque claro, una con su título de periodista casi que se siente como la señora que trae el bolón de verde para el break.

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Lo más seguro es que todos estos noveleros con títulos en inglés y con sueldos latinos, sufran del famoso síndrome LinkedIn, ese que es medio primo hermano del síndrome del impostor, con miedo a quedar expuestos por ser descubiertos como incompetentes y acomplejados. 

No porque estén haciendo algo mal, sino porque en el fondo sospechan que en cualquier momento alguien se va a dar cuenta de que no tienen idea de lo que están haciendo, esperando con ansiedad a que cualquier fallo del Wi-Fi los deje expuestos como si fuera una cortina de humo o para estar a tono, que todo sea un smokescreen.

El encargado de la reunión (o debería decir, el meeting organizer, porque ahora hasta para eso hay que sonar internacional) se explayó como si estuviera en una TED Talk: que la data, el briefing, el feedback… y una lista interminable de palabritas que, sí, existen en español, pero al parecer no suenan tan cool como cuando las pronuncian en inglés con tono de gurú de Silicon Valley.

Y una, sentada con su cuaderno de espiral y su pluma que no sabe fallar, mirando el show como quien ve la última temporada de Masterchef Celebrity, pero con intuición afilada. Porque, mi reina, que no te deslumbren, que mucho anglicismo y poca sustancia es el pan de cada día en estas oficinas disfrazadas de coworkings.

Estilo y glamour

Por suerte, querida, llegué a la reunión estrenando el outfit del último unboxing de esa influencer que todos veneran en Instagram, y vaya que se notó. Mientras los demás parecían competir por quién decía más buzzwords, yo desfilaba entre miradas curiosas y sonrisas de aprobación. No es vanidad, es supervivencia: cuando todo alrededor es jerga en inglés y update interminables, lo mínimo es lucir como si supieras de qué se está hablando.

Al final, salí de ahí con la satisfacción de haber sobrevivido al show corporativo, con estilo propio y sin necesidad de un slide deck para demostrarlo. Porque, amigas, hay cosas que ningún call to action ni Steve Jobs en sus mejores días puede quitar: el glamour y la buena actitud.

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