Volver a fijar el rumbo

Se vive en un país asustado y no faltará quien diga que con razón. El Estado, así con mayúscula, no está ejerciendo sus funciones o las mal ejerce. Las debilidades y las distorsiones en la administración de justicia son una clara muestra de ello. El denominado primer Poder, el Legislativo, tampoco cumple sus deberes como es debido. Se nota en sus actuaciones el sesgo propio de la vecindad de las próximas elecciones, que las somete al dañino cálculo político criollo.

Por su parte, el Ejecutivo sigue sin haber fijado el rumbo. No se ha intentado siquiera definir un proyecto nacional que se constituya en guía, en meta, del quehacer cotidiano. Así, los ciudadanos se enfrentan con temor al porvenir. Sin un camino, aunque sea esbozado. Eso desalienta toda iniciativa innovadora. En el mejor de los casos frena la actividad creadora, lo que a su vez incrementa la incertidumbre y esta abona a la parálisis.

El Ejecutivo debe, pese a todo, superar el desaliento. De otro modo, lo transmite a la sociedad en su conjunto y ello es sumamente dañino. La crisis que envuelve al Ecuador requiere de un liderazgo lúcido que le otorgue sentido a la República, que la saque de la modorra cívica, que la devuelva al optimismo, actuando sin contemplaciones contra las felonías de antes y las de estos días.