Venezuela: democracia RIP

Este fin de semana hemos vivido el fracaso de las “buenas intenciones” de las que se sabe, está empedrado el infierno. Desde hace tiempo se advirtió el proceso de radicalización sin fin que corría el gobierno chavista de Venezuela. Haber liquidado a la Asamblea Legislativa no es sino consecuencia del coctel explosivo de incapacidad, corrupción, mediocridad, resentimiento y mala fe. Cada uno pone su dosis pero la mezcla es perfecta. Los intelectuales progresistas y los analistas de opinión afines al socialismo del siglo XXI hablan por centésima vez -la estrategia es repetir, no pensar-, de una conspiración internacional. Desde el Olimpo de las declaraciones dialécticas olvidan lo más simple: “Pedro Navaja”, por ejemplo, “no sobreviviría dos semanas en Caracas”, como escribió agudamente el intelectual venezolano Leonardo Padrón para dar cuenta de la página roja en que se ha convertido su país, donde los malandros se han apoderado de la nación. Un homicidio por cada 18 minutos. “Somos una gigantesca zona roja... Busque usted un punto de la patria grande de Chávez, el redentor, donde estemos protegidos del hampa y no lo encontrará”.

Dicen que Rodríguez Zapatero ha vuelto a insistir tozudamente en la necesidad del diálogo. El diálogo es una palabreja cruzada por el poder, atornillada por la fuerza. No es una pócima mágica que resuelve entuertos. Dicen que el gobierno argentino, a diferencia del peruano, quiere que los problemas los resuelvan solo los venezolanos. ¿Cómo será eso? ¿Se olvidaron de la famosa frase de Cicerón de que “Inter arma enim silent leges”? Las leyes están calladas hace tiempo en Venezuela: todo empezó por la destrucción del lenguaje. A estas alturas, ya no se entiende qué se quiere decir con democracia. Hay que llamar a las cosas por su nombre: golpe de Estado y nada más. Las elecciones, la última y casi invisible rendija.

Se equivocaron los que ponían límites al desafuero chavista, más por buena voluntad que otra cosa. La hambruna es total pero ello no ha arredrado al régimen. La debacle económica, sin fin. ¿Entonces?

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