Trump victima de sus estratagemas
En estos días no abunda el espíritu navideño en esta ciudad. A medida que los miembros del Congreso regresan a casa para las fiestas de fin de año, existe la creciente sensación de una amenaza en el horizonte. La gente trata de no hablar de la toma de posesión del presidente electo Donald Trump el 20 de enero, pero rara vez el tema está ausente de las conversaciones. En la recepción navideña de la Casa Blanca a los medios de comunicación, realizada la semana pasada, los periodistas especulaban si sería la última celebración de este tipo de los próximos años. Cuesta imaginar que Trump, con su actitud hostil a la prensa, sea el anfitrión de un evento así. La inquietud va más allá de Washington: muchos ciudadanos comunes y corrientes de EE. UU. y otras partes del mundo temen genuinamente lo que ocurra en el gobierno de Trump. Dado su carácter caprichoso, muchos buscan pistas en sus nombramientos al gabinete para entrever la dirección en que irá el país en los próximos cuatro años. Los resultados no son nada tranquilizadores. El gabinete de Trump, altamente conservador y entre cuyos miembros hay una cantidad poco común de billonarios, no va en línea con su campaña, en que se presentó como el campeón de los obreros y empresario no ideologizado que podía hacer funcionar el Gobierno. Pero sus opciones lo ponen firmemente en el campo de los plutócratas, con poco interés por los trabajadores y la clase media. Trump parece pensar que si ofrece suficiente pan y circo puede distraer a sus partidarios de la verdadera dirección que toma su Gobierno. Se ha tomado parte del tiempo de gestión de su transición para estar en algunas manifestaciones (de las que aparentemente disfruta más que las tareas de gobierno) y hacer algunos alardes, como elogiar su acuerdo con Carrier, fabricante de hornos y aires acondicionados, para retener empleos en EE. UU. Hicieron falta nada más que un par de días para que se supiera que Trump había salvado mucho menos empleos que los que decía. Cuando el presidente del sindicato local United Steelworkers se quejó públicamente, el muy susceptible Trump respondió con una ráfaga de mensajes por Twitter, culpando al sindicalista por los puestos perdidos. Ese tipo de situaciones no caerán muy bien a muchos de los obreros blancos a los que tanto cortejó durante su campaña. Y es muy posible que su uso descontrolado de Twitter como plataforma de amedrentamiento vaya perdiendo efectividad. Puede que en muchas otras áreas vaya encontrando más oposición que la que espera. A medida que su Gobierno comience a desmantelar las normas ambientales, probablemente se encuentre con que existe un apoyo al aire y al agua limpios. Los demócratas, en minoría en el Senado, harán pasar a los nominados de Trump por un duro escrutinio, potencialmente derrotando a uno o dos. Pero es a los republicanos a quienes habrá que prestar atención. Hay dirigentes de ese partido que ya han disentido con las amenazas de Trump de iniciar guerras comerciales. Si fuerza demasiado las cosas, puede que acabe siendo un general con pocas tropas. La desafección de los republicanos podría aumentar si, como parece probable, los intereses privados de Trump no se separan lo suficiente de sus responsabilidades públicas, convirtiéndolo en una especie de bochorno. No hay nada como un par de escándalos para distanciar a seguidores que desde el comienzo no estaban muy entusiasmados. La campaña de Trump contra Hillary debería habérselo enseñado.
Project Syndicate