Proceso. Ravi Ragbir, un activista que enfrentó ayer a su agente migratorio, agradece el apoyo en Nueva York.

Trump y Assange cargan contra la CIA

Para el filtrador, la agencia ha perdido el control de su arsenal de armas cibernéticas.

Primero filtra, luego golpea. El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, aprovechó el éxito logrado por la publicación de los supuestos archivos de la CIA, para arremeter contra el servicio de inteligencia estadounidense y burlarse de su “devastadora e histórica incompetencia”. Assange, en una comparecencia desde la Embajada de Ecuador en Londres, donde vive refugiado desde 2012, atacó a la agencia por haber creado las herramientas para someter a control teléfonos, ordenadores y televisores conectados a Internet y luego habérselas dejado robar.

“La CIA ha perdido el control de su arsenal de armas cibernéticas, ahora pueden estar en manos de cualquiera”, dijo.

Los 8.761 archivos filtrados, siempre según versión de Assange, contienen datos de 2013 a 2016. Las debilidades de los iPhone de Apple, el Android de Google, Windows de Microsoft o las pantallas de Samsung habrían sido detectadas y aprovechadas con el fin de convertir estos aparatos en sirvientes, incluso con escuchas.

Assange explicó que con su organización decidieron ofrecer ayuda a las grandes empresas afectadas y evitar sacar a la luz algunas de las ciberarmas más peligrosas. “Es el mayor arsenal de virus troyanos del mundo. Puede atacar a casi todos los sistemas. No lo protegieron”.

En Washington, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, declaró que el presidente Donald Trump “está muy preocupado por la publicación de informaciones que debilitan nuestra seguridad nacional”. “Él piensa que los sistemas de la CIA son obsoletos y deben ser modernizados”, agregó.

Los expertos que estos días han revisado la filtración señalan que, aparte de la grandilocuencia de WikiLeaks, su contenido corresponde a datos de segundo orden, algunos muy antiguos y otros relacionados con debilidades conocidas e incluso ya resueltas. No se trataría, según The New York Times, de documentos clasificados como alto secreto, ni de tecnología nueva, sino de un arsenal conocido entre académicos y especialistas en seguridad.

Aunque la agencia se ha negado a confirmar o desmentir el origen del material, se sospecha de personas cercanas a la CIA, como un contratista o un especialista externo. El FBI abrió una pesquisa en la que se espera que presten declaración cientos de posibles implicados.