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La tradicion de los caballistas aun galopa

Sus espuelas brillaban bajo el intenso sol de la tarde, que no daba tregua y hacia que el resoplido de los corceles sea agitado.

Puerto El Morro. El grupo de caballistas saluda a su paso frente a la vieja iglesia de la localidad guayasense.

Sus espuelas brillaban bajo el intenso sol de la tarde, que no daba tregua y hacia que el resoplido de los corceles sea agitado.

El Cerro de El Morro fue uno de los sitios de la travesía por donde, igual que en los viejos tiempos, más de un centenar de caballistas se abría paso levantando una gran polvareda. Y también, igual que antes, los jinetes bebían whisky en vez de agua. “Esa tradición de siglos no hay que perderla”, justificó Jorge Llanos, presidente de la Asociación de Caballistas y Productos Agropecuarios de Guayaquil, que este año cumplió con su quinta cabalgata de manera exitosa.

Salieron del km 3 de la vía a Posorja y atravesaron los bosques secos y salitrales de la zona, bordearon el cerro y llegaron a El Morro en un recorrido de dos horas y 8 kilómetros.

La población con aires coloniales, por su iglesia de 300 años de existencia, “era el ambiente propicio para revivir estas costumbres de antaño, pues el medio más ágil y eficiente era el caballo”, dijo John Vega, un caballista emblemático de esa zona.

Los jinetes recorrieron las calles del pueblo y lanzaron gritos de euforia frente al templo, con la aprobación de los pocos pobladores que a esa hora interrumpieron su siesta para observarlos.

Es un espectáculo hermoso, que nos recuerda tiempos que no volverán, pero que gracias a la tradición de las cabalgatas aún podemos ver a un jinete, a un caballo por las calles de los pueblos, dice Rosa Chávez, una turista que visitaba el lugar. (F)