Destrucción. En las avenidas que rodean el ágora de la Casa de la Cultura se podía encontrar gran cantidad de escombros.

Un toque de queda con desobediencia

Los ciudadanos salieron a las calles aún con la medida vigente, en Quito. Los enfrentamientos en la zona de conflicto se encendieron pasado el mediodía.

El toque de queda en Quito fue solo un espejismo. A las siete de la mañana de ayer, en la zona de La Mariscal, centro-norte, varios ciudadanos salieron a las calles. Unos a trotar. Otros, sin reparo, abrieron sus locales comerciales. ¡Desobediencia! En los alrededores del ágora de la Casa de la Cultura, donde descansan los indígenas, el panorama lucía en aparente calma. La Policía resguardaba, a unos metros de allí, el edificio de la Contraloría; habitantes del sector caminaban entre escombros y otros aprovechaban para recoger la basura de las protestas el sábado.

Pero... después de que el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas emitiera un comunicado anunciando la suspensión temporal de la medida, coincidencia o no, el enfrentamiento volvió. Los manifestantes de a poco se concentraron cerca del parque El Arbolito, donde hasta la noche del sábado habían permanecido indígenas, quienes, por un altoparlante, pedían mantener la paz... En el sector aún se mantenían humeantes los escombros, llantas, árboles, madera, cartones, papeles y otros materiales en las avenidas 6 de Diciembre, Patria...

Los gases tóxicos contribuían con aquel escenario marcado por la destrucción. Incluso del nuevo edificio de la Contraloría, que fue incendiado el sábado, continuaba saliendo humo. Tal parecía que las llamas empezaban a avivarse en los pisos altos... de repente, del parque El Ejido, a unos pasos de allí, apareció un centenar de personas. Cargaban neumáticos, palos, madera, árboles, ramas de eucalipto y todo material inflamable que pudiera hacer combustión.

Llegaron gritando: “¡Fuera Lenín, fuera!”. Entre ellos, mujeres, niños, ancianos de la zona rural. Todo esto frente a policías a caballo que impedían el paso a la Asamblea Nacional y más policías que resguardaban el área. Y hubo enfrentamientos aún cuando los dirigentes indígenas habían intentado calmar a los grupos con la consigna de que esperaran los resultados del diálogo con el Gobierno Nacional que estaba previsto a las tres de la tarde de ayer.

Al tiempo, en otros sectores de la capital, la gente relataba a EXPRESO la larga noche que vivió con el toque de queda. Wendy Basantes, por ejemplo, vive en el sector de Jardín del Valle, vía a Los Chillos, centro - oriente. A pesar de la restricción, ella y sus vecinos salieron en la noche del sábado con ollas por el “cacerolazo por la paz”. ¡Desobediencia! “Teníamos miedo, pero pensamos que no iba a pasar nada. Un señor dio la idea de hacer algo significativo, y de repente, gritó: ‘Viva Ecuador’”.

Algo parecido vivió Oswaldo Caviedes, habitante de Pusuquí, vía a la Mitad del Mundo, norte de Quito. En la mañana, 15 horas después de que anunciaran la medida, el ambiente fue más armónico. “Hubo misa y el sacerdote llamó a la calma”. Sin embargo, en la frontera norte de la urbe la situación fue más drástica. Las vías de acceso desde La Independencia hacia Calacalí (parroquia rural) estuvieron cerradas y se registraron, según denuncias ciudadanas, algunos actos de violencia.

Pero fue el sur el más golpeado. Según el Municipio de Quito, ciudadanos, en su mayoría encapuchados y cubiertos el rostro, se tomaron las calles con llantas y árboles quemados. El escaso tránsito que se registró desde la tarde del sábado tuvo obstáculos en barrios como Quitumbe, Turubamba, Guangopolo y Santa Lucía Baja. Y en el cantón Mejía, kilómetros más al sur, permanece cerrado desde el viernes por la tarde. No se permite el paso de vehículos.

De vuelta a la zona de conflictos, en los alrededores del ágora de la Casa de la Cultura, la manifestación se puso más intensa. A las dos de la tarde, cientos de personas se escondían entre los árboles. Eran sus escudos. Otras, en cambio, lanzaban pirotecnia. Pues sin el toque de queda no había nada que les impidiera volver a las calles. La lluvia no logró opacar del todo la protesta; tras caer las últimas gotas, nuevamente las avenidas se tornaron violentas, aunque con menor cantidad de gente. Así transcurrieron las 20 horas del toque de queda y los minutos siguientes a la espera de la primera reunión de diálogo. (MCV/JMF/ ER)