Proceso. La aparición de un participante en el antiguo asalto a una farmacia en Guayaquil genera escepticismo.

El testigo protegido... por sus padres

Un mes tomó la planificación del asalto a una farmacia del norte de Guayaquil, ocurrido en noviembre de 2003.

Un mes tomó la planificación del asalto a una farmacia del norte de Guayaquil, ocurrido en noviembre de 2003. Lo reveló Erwin Vivar, quien hasta hace un año era considerado como uno de los cuatro desaparecidos en la acción policial en la que, además, murieron ocho personas.

Ese detalle consta en la versión rendida por Vivar en Caracas, Venezuela, el 30 de julio de 2015. Él fue traído al país hace dos semanas y ubicado en el programa de Protección de Víctimas y Testigos de la Fiscalía.

¿Por qué? La medida se adoptó “para garantizar su integridad y seguridad”, dijo el fiscal Galo Chiriboga. Fue durante la formulación de cargos en contra de 15 personas por presunto plagio de los cuatro desaparecidos, tras el operativo policial de noviembre de 2003.

El testigo protegido reconoció que fue parte de la agrupación que asaltó la farmacia. Y contó los detalles. Lo contactó alguien llamado ‘John’, de quien, asegura, nunca volvió a saber nada. Solo recuerda que ‘John’ se hizo pasar por cliente de la farmacia.

En su testimonio le dijo a la fiscal adjunta, Silvia Juma, que fue contactado como segundo chofer de recambio y preparado en las vías de escape. Debía llevar el dinero producto del asalto. Si el trabajo salía bien iba a recibir 20.000 dólares.

Pero cuando Vivar llegó a la farmacia, la policía ya estaba allí y las cosas salieron mal. Él salió corriendo del local y fue detenido por un agente vestido de civil.

Cuenta que el gendarme le colocó las esposas con las manos delante y flojas “como para yo soltarme, escaparme y darme la ley de fuga”. Pero no lo hizo y permaneció detenido junto con Johnny Gómez Balda, otro de los miembros de la banda.

Recuerda que, con las manos esposadas y el rostro cubierto, llamó a su esposa y le dijo: “Mireya, me agarró la policía, me despido de ti, cuida mucho a mi hijo, te amo”.

Describe las torturas aplicadas por los policías, los paseos con los rostros cubiertos con fundas plásticas. Sabía que era de día por el calor y de noche por el frío. Asegura que así permaneció de ocho a 10 días sin haber probado alimento o líquido. “No entiendo cómo sobreviví a tanta crueldad”, expresó.

En lo que denomina ‘el último paseo’ fue lanzado al estero Salado de Guayaquil, junto con Gómez Balda, mientras los policías disparaban al agua. Según su narración se escudó en el cuerpo de su compañero y lo perdió mientras nadó para buscar ayuda.

Alguien le dio una mano y pudo llamar a su padre, quien le llevó jugo, pan, comida y ropa. Al verlo lo abrazó y pidió perdón por “haber sucumbido ante la avaricia”. Permaneció algún tiempo en unas casas en construcción hasta que inició su periplo para abandonar el país.

Llegó a Venezuela con la ayuda de su madre, quien residía allá y vino a Ecuador para recogerlo. En ese país vivió en varios lugares, trabajó y pudo comprarse una propiedad. Hasta que la Fiscalía lo encontró.

Para Luigi García, defensor de cuatro procesados, esta versión es algo ‘novelesca’. Y haberlo colocado como testigo protegido es ilegal porque debería haber sido detenido y procesado, dijo. Él cree que el testimonio es parcial y busca evadir su responsabilidad.

Juan Pablo Albán en cambio defiende a las tres Dolores, esposas de dos fallecidos y un desaparecido. Él explica que Vivar es testigo de los asesinatos de varias personas en el operativo. Considera que Vivar es víctima de detención ilegal y tortura y testigo de la desaparición forzada de Gómez y César Mata.