Desde el techo del camal

En Argentina los síntomas de que las cosas no van del todo bien se vienen observando desde hace algún tiempo. El viernes pasado el Banco Central elevó la tasa de referencia al 40 %; una medida que dejó atrás el ya elevado 27,25 % que regía. El tipo de cambio se ha mantenido al alza por presiones inflacionarias por un lado, y por la norma tributaria que grava a la renta de capital sobre inversión extranjera por otro lado. En el fondo, lo que le preocupa al Gobierno es la cotización del dólar en el mercado libre, pues se trata del mayor indicador visible de cómo van las cosas.

Pero la verdadera historia de este entuerto tiene que ver con el despilfarro fiscal al que llevó la economía el gobierno anterior, generando un déficit del 5 % del PIB, el cual fue financiado por el Banco Central imprimiendo dinero puro y simple. Sin embargo, el gobierno de Macri no ha tomado las medidas fiscales con la prontitud necesaria, tratando de cuidar su capital político, y los precios así lo evidencian. La meta del 12 % de inflación al terminar el 2018 fue corregida por el Gobierno al 15 %, y los actores del mercado prevén que será del 20 %; una inflación solo superada por Venezuela. Con ese panorama los mercados empiezan rápidamente a apostar contra el país.

Una cosa parecida, aunque menos perceptible porque estamos dolarizados, está pasando en Ecuador. El Gobierno, procurando cuidar su capital político, tampoco ha tomado medidas fiscales de austeridad; por lo menos las cifras de ejecución de gasto público corriente no lo evidencian. A diferencia de Argentina, donde el tipo de cambio es el indicador perceptible, en Ecuador lo es el riesgo país, el cual ha empezado a subir como una expresión de la reducción de confianza de los mercados. Otro indicador es el nivel de endeudamiento. Por más que el Gobierno quiera retractarse de haber superado el 40 % del PIB, o busque la interpretación de otros organismos, los números y las normas están ahí.

El capital político igual van a perderlo si no toman rápidas decisiones, y recuerden que sus examigos los miran pacientes desde el techo del camal.