Superar la apatia civica

Con poco entusiasmo, pese al esfuerzo de los postulantes, acaba de cerrarse otra etapa del calendario electoral: la de inscripción de candidaturas. Si su alto número fuese un indicador de robustez democrática habría razones para que el país se sintiera satisfecho de su consolidada democracia. Por desgracia, el guarismo lo único que refleja es la debilidad del sistema de partidos, dada la fragmentación que lo distingue.

No existen, como es sencillo colegir, tantas matrices ideológicas. Simplificando, el esquema de partidos sigue determinando que unos son los que insisten en mantener el “statu quo” y se los identifica con la derecha. Eran los antiguos partidos conservadores o republicanos. Otros, desde el centro, ya casi no existen en América Latina; se denominaban liberales y privilegiaban las libertades individuales y respaldaban el sistema democrático en sus variables más tradicionales. Finalmente, existían los de signo colectivista o estatista. Eran la izquierda socialista o comunista que participaba constituyendo coaliciones. Después surgieron los populismos de diversos matices, alrededor de líderes carismáticos antes que de ideologías, y generalmente eran una mezcla de ellas.

Hay entonces que admitir que lo político ha sufrido una transformación que, superando las doctrinas políticas, atiende otro tipo de intereses y hace hasta de aberraciones, como la xenofobia, su bandera de lucha.

No ha llegado esa torpe situación al Ecuador pero es evidente el decaimiento de lo ideológico en beneficio de lo que el “marketing” electoral aconseja.

Por eso la popularidad es requisito de candidatura. Se mide el reconocimiento del aspirante (un nombre vendido) y eso tiene un peso mayor para proponerlo como candidato, o al menos similar al de sus atributos intelectuales.

Con ello por delante, es entendible la apatía del electorado. Tal vez las agrupaciones partidarias estaban esperando que se consoliden los binomios presidenciales y se completen las listas de los aspirantes a legisladores para incentivar su actividad y propiciar la de los ciudadanos.

De lamentar son las trabas que se pretende imponer a determinado candidato. Sin duda, el juego limpio, sin manipulaciones, es una condición “sine qua non” de la vida democrática. Tan importante como el respeto a la libre participación.