Los suicidas precoces

Medardo Ángel Silva, nuestro gran poeta modernista del grupo de “los decapitados”, a sus 21 años usó su precocidad, no solo creadora sino también suicida, para quitarse la vida de un pistoletazo delante de la mujer que amaba. Pero, tal como la experiencia lo está demostrando, no solo se necesita de la angustia existencial de los lúdicos y desesperados creadores para cometer una autoeliminación, sino que también existen otras causas, pasionales o de miseria sobre todo, para llevar a un adolescente a tomar esa decisión que entre la diversidad de criterios, algunos la califican como de una gran cobardía y otros como de un acto para el que se requiere mucho valor.

¿Cómo explicar, desde puntos de vista sicológicos y hasta sociológicos, este desprendimiento de la vida en personajes que, precisamente, deberían estar recorriendo esa parte de la existencia en que lo mágico y lo vital suelen en normalidad ser lo preponderante? Y esta pregunta acentúa nuestro interés al conocer el número de suicidas que se vienen dando en nuestra ciudad con un preocupante aumento año tras año. Y es que en el último quinquenio, de acuerdo a información proporcionada por la prensa, los casos de suicidios juveniles, que van desde niños de cuatro años a adolescentes de 19, casi se han duplicado. Por supuesto, las formas de quitarse la vida son variadas: del envenenamiento y ahorcamiento hasta el disparo de arma de fuego, con el objeto letal puesto en la boca o en una de las sienes.

Es muy posible que este fenómeno que revela el aumento de jóvenes hastiados de la vida tenga que ver con la migración, que también va en aumento, porque muchos padres de familia que se van a Estados Unidos o a Europa abandonan a sus hijos, dejándolos en manos de familiares o amigos que, por supuesto, no pueden darle el mismo amor y protección que quienes los trajeron a este “valle de lágrimas”, para usar un término propio del cristianismo. Y esa miseria afectiva y material que sufren los virtualmente huérfanos, los conduce a renegar de una existencia en la edad en que todo debería ser júbilo y sobre todo esperanzas. Una juventud a veces ofendida también por violaciones y desprecios que liquidan el porvenir.

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