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En Sudan del Sur, una hija por 40 vacas

Es el último país del mundo en formarse. Allí es común vender a un hijo, si es que se tiene más de dos, para alimentar a los demás

Desigualdad. Imagen de la calle principal de Yambio, polvorienta localidad del sur de Sudán del Sur castigada por la guerra.

En Sudán del Sur algunas familias se ven obligadas a vender a uno de sus hijos para poder mantenerse. “Lo hacen para alimentar al resto, porque necesitan comida”, explica Helen Murshali, directora del Confident Children out of Conflict (CCC), una organización local financiada por Unicef que atiende a niños abandonados en Yuba, la capital. “No sucede solo en áreas rurales, también aquí en la ciudad. Es algo habitual. Desde que estamos en crisis es común vender un hijo si tienes más de dos”. Cuando Murshali dice crisis se refiere a la guerra civil que estalló en 2013 en el país y que todavía dura. En Sudán del Sur, a la guerra la llaman crisis.

“Lo más común es vender a una hija, aunque aquí nunca usan esa expresión. Es tabú. Dicen que se casa. Pero lo que hacen es venderla a otra familia para que se case con algún hombre”. El precio, explica Murshali, varía, pero una niña de unos 11 o 12 años se puede intercambiar por unas 40 vacas. “La ley prohíbe esto en Sudán del Sur, pero la mayoría de la gente lo entiende como algo normal. Y cuando la familia ve que es incapaz de vender al niño o al bebé, lo abandona”, afirma.

“El otro día nos dejaron un bebé en la puerta del centro. Le hemos llamado Pitia. Tiene 14 meses”. El pequeño, vestido con una camiseta interior blanca cubierta de manchas, gatea por el suelo mientras otros niños atendidos por el centro dibujan en unas hojas.

“Otras veces lo que ocurre es que los niños, cuando se enteran de que los van a vender, o las niñas, cuando saben que las van a casar, se escapan. Y no pueden acudir a la policía porque los devolverían a casa”, añade Murshali. De este modo, solo en Yuba, la capital, se estima que hay unos 10.000 niños viviendo en la calle por su cuenta. La ciudad, según el último censo de 2010, tiene poco más de 500.000 habitantes -el país tiene una población total de 12,3 millones-.

En Sudán del Sur es imposible conducir en línea recta más de media hora. Si lo haces es probable que entres en un territorio controlado por una autoridad distinta. Y ahí pueden comenzar los problemas.

El país nació el 9 de julio de 2011, tras un referéndum en el que el 98,3 % de la población votó a favor de la independencia de Sudán. Ha sido el último Estado del mundo en formarse y en ser reconocido. La idea era que los sursudaneses encontraran por fin una estabilidad que durante décadas se les ha negado. Las etnias que conforman Sudán del Sur -subsaharianas y, en su mayoría, cristianas- han estado, históricamente, oprimidas por la población árabe y musulmana que habita el norte.

La desigualdad en la relación llevó a la población del sur a luchar por una mayor autodeterminación y, en 1983, se formó el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM, en sus siglas en inglés) con su correspondiente brazo armado, el SPLMA. Ese año, el todavía estado de Sudán entró en guerra civil entre el norte y el sur. El Gobierno sudanés comenzó a financiar y a entrenar a decenas de milicias para combatir al SPMLA.

A mediados de los 90, lejos de frenarse, el conflicto se avivó con enfrentamientos internos entre sursudaneses. Los combates más significativos los protagonizaron los dinkas y los nuer, las etnias más poderosas de Sudán del Sur. Nació de este enfrentamiento el SPLMA-United, una escisión del SPMLA que años después se convertiría en el SPLM-IO, la actual oposición al Gobierno sursudanés. La violencia golpeó en todas direcciones. Las matanzas se multiplicaron y, según estimaciones de algunos historiadores, 1,3 millones de sursudaneses murieron en esta espiral bélica.

La violencia fue tal en estos años que casi todas las etnias del sur decidieron formar su propio grupo armado para defender sus comunidades. En el país hay unas 35 etnias: la zona se consolidó como incontrolable.

La guerra se extendió hasta 2005, año en el que se logró un frágil acuerdo de paz que, en realidad, no terminó con la violencia. Lo más parecido a la paz que logró Sudán del Sur se dio, precisamente, con la independencia en 2011. Duró poco: dos años después, el vicepresidente Riek Machar, de la etnia nuer, intentó dar un golpe de Estado contra el Gobierno de Salva Kiir, de la etnia dinka. Estalló la guerra. Otra vez.

Los dos bloques -el SPLMA y el SPLM-IO- utilizaron las decenas de milicias repartidas por el país para combatir. Sudán del Sur se convirtió en lo que todavía es hoy: un rompecabezas, un tablero donde prácticamente cada grupo étnico posee su propio brazo armado y controla su territorio. Algunos de estos grupos ni siquiera tienen propósitos bélicos. Solo controlan su región y se conforman como la única autoridad, muchas veces siendo simples criminales o bandidos. Son 35 países dentro de uno.