Sombrio destino de la Amazonia

El mes pasado un Brasil profundamente dividido fue a las urnas para elegir en votación a su próximo presidente. Los brasileños eligieron al extremista de derecha Jair Bolsonaro, un resultado que tendrá consecuencias de largo alcance para el medioambiente, entre otras cosas. Sus planes se pueden resumir en una palabra: explotación. Quiere reducir o eliminar las protecciones ambientales en la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo. Y tiene la intención de reducir sustancialmente la protección de las tierras indígenas que pertenecen a descendientes de los pobladores originarios de la Amazonía. Bolsonaro alivianará las restricciones ambientales al uso de pesticidas y la concesión de licencias para el desarrollo de infraestructura. Su agenda acelerará dramáticamente la degradación ambiental. Imazon, ONG brasileña, informó que 444 km2 fueron despejadas de forestación el pasado septiembre, un aumento de 84 % en comparación con septiembre de 2017. La deforestación total durante 12 meses asciende a 4.859 km2, el nivel más alto desde julio de 2008. El Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil, INPE, también informa un repunte en la deforestación, de casi 50 % interanual en septiembre. Muchos de los agricultores o madereros que explotan la Amazonía lo hacen ilegalmente. Si esas leyes que prohíben tales actividades se debilitan o derogan, se puede esperar que la deforestación se acelere considerablemente. La aparente inclinación del Gobierno a acrecentar actividades como la extracción de oro en la Amazonía empeorará las cosas. Además, los representantes de extrema derecha aliados con poderosos grupos de cabildeo empresariales dominan el nuevo Congreso de Brasil. Y para facilitar aún más la destrucción del medioambiente, Bolsonaro prometió a fusionar los ministerios de Medioambiente y Agricultura. Aunque se echó atrás en este tema, ahora está en busca de un ministro de Medioambiente que esté aliado con los ruralistas, grandes terratenientes, y nombró a un ministro de Agricultura que quiere levantar las restricciones al uso de productos químicos peligrosos en la agricultura. También prometió en la campaña electoral retirar a Brasil del acuerdo climático de París 2015. Retrocedió en esta promesa, pero acaba de nombrar ministro de Asuntos Exteriores a un diplomático anticiencia y negador del cambio climático. Los inevitables recortes al presupuesto ambiental socavarán la capacidad del país para responder frente a desastres como los incendios forestales y la desigualdad socioeconómica aumentará a medida que el gobierno entregue más poder sobre la selva tropical a los dueños de grandes negocios. Los ecosistemas de Brasil son de importancia para un mayor número de países que tan solo dicho país. La Amazonía es el hogar de más especies de plantas y animales que cualquier otro ecosistema terrestre en el planeta, sus precipitaciones y ríos alimentan gran parte de América del Sur y sus cientos de miles de millones de árboles almacenan enormes cantidades de carbono. Lejos de avanzar en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, los planes de Bolsonaro lograrán todo lo contrario. Y no hay ninguna razón para creer que no pueda o no quiera implementarlos.