La solucion a nuestras diferencias

La explicación de la diferencia de mentalidad entre costeños (mestizos y blancos) y serranos (indígenas, mestizos y blancos) está en la misma historia. Los españoles se concentraron en las ciudades andinas, donde se ubicaba la población que sería explotada en las encomiendas y tributo indígena, riqueza improductiva de la minería y los obrajes, que ya existían.

La filosofía española del trabajo quedó perennizada en la frase de un ministro del rey Felipe II: “Dejen que Londres fabrique los tejidos, Holanda sus cristales, Florencia su ropa, Milán sus brocados, Italia y Flandes sus linos, siempre que nuestro capital los disfrute; lo único que prueba es que todas las naciones entrenan a sus comerciantes para enviarlos a Madrid. Todo el mundo sirve a ella y ella no sirve a nadie”. La riqueza fácil se agotó en las provincias serranas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. En la costa, la dureza del clima, las enfermedades tropicales y la escasez de mano de obra hicieron de los guayaquileños seres trabajadores y creativos.

Para la Independencia, el motor económico era Guayaquil; primero Olmedo y luego Bolívar, financiaron la independencia del resto de la Audiencia de Quito y aportaron para la de Perú. Durante el resto del siglo XIX, los bancos guayaquileños fueron bancos de desarrollo para los diferentes gobiernos. Desde 1880, los guayaquileños trajeron la modernidad al país. La sociedad guayaquileña, la más abierta de las grandes ciudades de Ecuador, ha aportado con los más grandes emprendedores y es la que convirtió pobres y empresarios pequeños, en grandes y prósperos. El concepto de trabajo del guayaquileño promedio es diferente al del quiteño, este acostumbrado a la burocracia y a pedir. Todo lo solucionan con las partidas presupuestarias; si no hay, las crean. Si en varios siglos no hemos logrado integrarnos mentalmente, es difícil hacerlo en el futuro.

Entonces la respuesta para terminar con la anarquía y vivir en paz es encontrar un sistema de gobierno en que las regiones sean dueñas de su propio destino a través de un mayor control de los recursos que generan.