Sociedad y desamparo

El robo de aproximadamente un millón de dólares de una agencia bancaria, ubicada en un centro comercial de Manta, revela una vez más la situación de extrema inseguridad en la que vive el país desde hace años, provocada, no solo por el narcotráfico, sino también por el crimen organizado.

Es evidente que las bandas delictivas se profesionalizan cada vez más y usan mecanismos para neutralizar a sus víctimas a través del chantaje y la extorsión, mientras la sociedad se ve desamparada por un sistema perverso y desigual.

Lo ocurrido el fin de semana en Manabí es inédito en el Ecuador y una señal de que la delincuencia se está desbordando, una vez que los hampones planificaron el hecho de tal forma que primero secuestraron a la familia de una ejecutiva de la entidad la noche del sábado, para después forzarla a que abriera la bóveda y así acceder así al dinero sin disparar ni un solo tiro.

También se preocuparon por dejar la calle llena de obstáculos para evitar cualquier persecución mientras escapaban. Todo hace suponer que los delincuentes se tomaron todo el tiempo que necesitaron para consumar el robo, que recién fue reportado la mañana del domingo pasado.

Aunque se anunció la captura de tres sospechosos, la Policía debe informar acerca de los detalles de este delito para que la ciudadanía tome las medidas necesarias con el fin de prevenir que algo parecido vuelva a ocurrir.

También urge conocer qué pasó con el caso de la tonelada de droga hallada en una base militar de la Fuerza Aérea, también en Manta, en el que dos militares fueron detenidos para investigaciones.

Sin duda, la provincia se ha visto invadida por organizaciones delictivas que aún no han sido desarticuladas y que siguen aterrorizando a la comunidad.

Por ello, cabe exigir al Estado más seguridad, no solo en las localidades fronterizas, sino en todo el territorio nacional, ya que hemos sido permeables a los métodos ilícitos y a la influencia de grupos irregulares, cuyo accionar nos ha costado más de una víctima.

En lo que va del año, los ecuatorianos hemos enfrentado ataques terroristas que han enlutado a varias familias de civiles y uniformados, a quienes les debemos, al menos, una explicación convincente sobre las amenazas que enfrentamos. El silencio solo alimenta la desconfianza.