Rolando Vélez muestra la tapa de la cisterna que le ayudó a mantenerse a flote.

Sobrevivientes de gabarra cuentan sus dramaticas horas en el mar

Los tres peninsulares que viajaban en nave hundida ahora creen en los milagros. Dormían en carros a la hora de la tragedia.

Edith Neira no paraba de llorar y abrazar a su esposo Walter Rodríguez, uno de los sobrevivientes del hundimiento de la gabarra que trasladaba tres vehículos cargados de larvas de camarón desde Puerto Bolívar, en la provincia de El Oro, hacia la isla Puná.

La pareja derramaba lágrimas de felicidad y mirando al cielo agradecía a Dios por el milagro. A pocos pasos de ellos estaban Juan Carlos González Lecaro y Rolando Vélez Villaprado, otros dos sobrevivientes del percance, en escenas similares junto a sus allegados. El llanto por el drama vivido era incontrolable.

El percance de estos tres peninsulares ocurrió la madrugada del miércoles. Ellos eran los choferes de los camiones que salieron la noche del martes desde la población de San Pablo hacia la isla Puná a entregar larvas a una empresa camaronera.

Viajaban cada mes

Junto con los conductores viajó el técnico de biología marina Gabriel Ricardo Perero, nativo de San Pablo y quien era el encargado de revisar cada cierto tiempo el producto que llevaban.

No era el primer viaje que hacían, pues cada mes llevan el producto hacia aquella camaronera, pero esta vez el destino les tenía preparado una terrible odisea; después de salir a la medianoche del Yacht Club de Puerto Bolívar en la gabarra, cada chofer bajó los vidrios de la cabina de sus vehículos para, como de costumbre, dormirse hasta llegar a la isla y descargar.

Pero el viaje no fue el mejor, el mar estaba picado y la sobrecarga que llevaba la embarcación hacía que por momentos los vehículos ladeen. “Presentí algo malo y por eso no puede dormir”, contó Walter.

No habían pasado ni dos horas cuando el agua cubrió los carros y la marejada hizo que todo se vire, en ese momento los peninsulares se dieron formas para escapar de las cabinas de sus camiones y nadando lograron salir a flote.

“Cuando floté logré coger una tapa de las cisternas que llevaba, eso me sirvió como boya, ya no aguantaba más, cuando empezaba a acalambrarme una embarcación nos rescató, sin duda alguna que volvimos a nacer, esto es un milagro”, decía con palabras entrecortadas Rolando Vélez Villaprado.

Juan Carlos González hizo lo mismo que su compadre Rolando, mientras que Walter se aferró a la vida con una poma vacía de la cual se agarró para no dejarse hundir. “Compañeros ¿dónde están?, Juan Carlos, Rolando, Gabriel, respondan”, eran los gritos desgarradores de Walter, que desesperado trataba de saber de ellos.

La extraña luz

Entre exclamaciones de aliento para no dejarse hundir, los sobrevivientes se daban ánimos entre sí. La lucha por no dejarse morir para volver a abrazar a la familia era el pedido a Cristo. Eso duró aproximadamente una hora.

Cuando parecía que todo estaba perdido, de un teléfono celular que flotaba en el agua y que pertenecía a uno de los trabajadores de la gabarra se encendió la luz y eso fue aprovechado rápidamente para utilizarlo como linterna. En ese instante los tripulantes de un barco que pasaba por el lugar observaron aquello y les dieron la ayuda.

“Lo ocurrido es indescriptible. Dios nos ha dado una nueva oportunidad de vida, nos toca comenzar desde cero, lo material se puede recuperar, ojalá la empresa de transporte de la gabarra pueda reconocer lo perdido, pero de lo que sí estamos seguros es de que los milagros existen”, expresó Juan Carlos González.

DATO:

Los tres choferes habitan en el barrio Mariano Marazita, de Santa Elena, y el viernes, después de dos días de rendir versiones en la Fiscalía de El Oro y la Capitanía del Puerto llegaron, a sus hogares.