Show. Los alumnos de los centros ensayan las piezas durante todo el año escolar y continúan al año siguiente.

Un show infantil con algo mas que sentidos

Parece un día como cualquier otro en el Polideportivo Huancavilca. Pero mientras un grupo de chicos se prepara para un partido de baloncesto, en el salón de al lado, ochenta niños y jóvenes del Centro 4 de Enero y de la Escuela de Audición y Lenguaje d

Parece un día como cualquier otro en el Polideportivo Huancavilca. Pero mientras un grupo de chicos se prepara para un partido de baloncesto, en el salón de al lado, ochenta niños y jóvenes del Centro 4 de Enero y de la Escuela de Audición y Lenguaje del Cabildo, ensayan los cantos y bailes que pondrán en escena la próxima semana.

Los artistas son personas no videntes y con discapacidad auditiva. Pese a esto, la obra para la que ensayan, titulada ‘Un mundo feliz’, y que se pondrá en escena el 20 de julio, cuenta con una amplia gama de piezas artísticas.

Malabares, acrobacias, teatro, mímica, canto, danza e incluso un divertido número realizado con castañuelas son algunas de las intervenciones que conforman el show.

Mónica Zeballos, directora de la Escuela de Audición y Lenguaje, indica que los ensayos se llevan a cabo en los dos centros educativos a lo largo del año escolar. Los shows se realizan desde 2001 y las rutinas que los pequeños aprenden y luego exhiben cambian cada dos años.

Cuatro docentes los preparan en las distintas áreas y para ello utilizan una serie de técnicas.

Para la danza, por ejemplo, las rutinas con los estudiantes con discapacidad auditiva, se llevan a cabo a través de señas y gestos que les indican a los chicos cuándo continuar y cuándo detenerse.

En el caso de los alumnos no videntes, los maestros usan el chasquido de los dedos para llevar el tiempo.

Esto también se repite con el coro del Centro 4 de Enero, que cuenta con diecisiete cantantes de distintas edades, y que tiene numerosas intervenciones durante el espectáculo.

En el caso de las acrobacias, se usan colchonetas grandes y ahí los docentes se comunican con los chicos a través del tacto y de los sonidos para lograr cumplir con la sincronización.

El objetivo de esta muestra, señala Zeballos, es poner en escena los múltiples talentos de los estudiantes pese a las dificultades con las que deben vivir a diario. Y que el arte implica más que sentidos.

Un ejemplo de este esfuerzo es Sabrina Aguayo, de 14 años.

Durante el ensayo, la joven, ataviada con su uniforme escolar y el abanico que utilizará para uno de los bailes en la que es protagonista, practica los pasos mirando de cerca las manos de la docente que la dirige a ella y a sus compañeras. Las coreografías incluyen bailes extranjeros, como danza española.

Entre risas comenta que los nervios no son parte de la rutina.

“Yo soy muy fuerte, no me pongo nerviosa. Simplemente ensayo mucho, me preparo. Me encanta estar sobre el escenario. Los bailes son muy hermosos y el esfuerzo vale la pena”.

Con ella concuerda Víctor Hugo Macías, del Centro 4 de Enero. El joven participa en varias piezas, entre ellas una intervención tocando las castañuelas.

“Lo más difícil ha sido mantener los tiempos y el ritmo, pero creo que con cariño todo se puede. La pieza de las castañuelas es una de las últimas y creo que le da algo especial al cierre. Siempre va a haber obstáculos, pero eso no debe impedirnos hacer lo que más nos gusta”, dijo.

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