Senales ambiguas

Finalmente, después de 140 días de gobierno, se tiene una reseña del esperado plan económico. Queda, no obstante, la sensación de que el anuncio trae “mucho ruido y pocas nueces”.

No existe cuantificación de las iniciativas. Las medidas, dicho de otra manera, carecen de medición, y ello no permite apreciar con claridad cuál es su impacto fiscal y económico. El elemento más cuantificable de todos, que es el programa de austeridad en el gasto, tiene rangos de impacto que van de los veinte millones a los ochocientos millones de dólares. Existiendo toda una infraestructura de planificación, lo que menos deberíamos esperar es que haya la capacidad para hacer una hoja de cálculo que nos permita auscultar el efecto fiscal del programa anunciado.

El encabezamiento de la proclama reza que se trata de fortalecer la dolarización. El régimen monetario fue vapuleado a lo largo de una década, y se sostuvo en los altos precios del petróleo y el endeudamiento agresivo. Ambas opciones son inexistentes hoy y, sin embargo, el esfuerzo fiscal directo de reducción del tamaño del Estado cifra apenas el 1 % del PIB, cuando lo que se requiere es un programa que logre rebajas del 10 % al 15 % del PIB en un plazo razonable, que no puede darse a paso de tortuga.

Para sustentar el boato del gasto público, se insiste en preservar lo que en realidad es un impuesto a la entrada de capitales, impuesto que es muy mal concebido desde su origen. Suben las cargas impositivas que afectan, precisamente, a los agentes que deben impulsar la reactivación. Se insiste en el proteccionismo que es costoso, inequitativo, e ineficiente. Se combate el contrabando con una tasa de servicio que, dice el presidente, es de “apenas diez centavos”, lo que contribuye a la confusión reinante. Se proclaman incentivos a la repatriación de capitales, pero no se toca el tema de la inseguridad jurídica. Habrá, se promete, nuevas formas de empleo, pero será menester salvar los escollos que dentro y fuera de la Legislatura, se darán para mantener los esquemas rígidos de contratación.

Hay, en definitiva, ligerísimas señales de alejamiento del modelo fracasado. Mas, no es lo suficiente para despejar la sensación de señales mixtas que no conducen a la reactivación de la economía.