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Salman Rushdie, Sherezade de los tiempos modernos

Salman Rushdie fue marcado hace años con un destino que oscureció públicamente su grandeza literaria.

Sucedió en 1988, cuando, tras la publicación de su obra más polémica ‘Los versos satánicos’, fue acusado por musulmanes shiíes de haber ofendido su fe, haber faltado a Mahoma y al Corán y condenado a muerte por el ayatolá Jomeini, que ofreció cinco millones de dólares por la cabeza del autor.

Desde entonces, Rushdie solo dio entrevistas esporádicas e hizo acto de presencia en contados eventos. Se convirtió, por así decirlo, en un mártir o en un personaje icónico antes que en un escritor respetado.

No obstante, ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’, publicado en castellano por Seix Barral, debería ayudar a corregir ese malentendido: Salman Rushdie es uno de los grandes escritores vivos de nuestro tiempo.

La suma de los días en el título de la obra, suman exactamente mil y una noches, y ese es el modelo que, con una mirada irónica, el autor emplea para este libro: una novela llena de fantasía delirante y de indagación imaginativa acerca de la naturaleza humana.

Rushdie quiere ser la Sherezade de nuestro siglo, y el empeño no le queda grande.

La novela cuenta la historia de la Era de la Extrañeza, la tiranía de los yinn y la Guerra de los Mundos. El narrador, desde un futuro muy lejano, relata lo que ocurrió en esas mil y una noches cuando el mundo humano y el mundo mágico entran en conflicto.

Comienzan a producirse fenómenos insólitos: el jardinero Gerónimo, cuya esposa ha sido fulminada por un rayo en una tormenta terrible, empieza a flotar sobre el suelo. Luego aparece un bebé que es capaz de dejar marcas en los corruptos o un dibujante de cómics que descubre en sí mismo poderes sobrenaturales. Todos ellos son descendientes de una dinastía fundada muchos siglos atrás por una yinnia y un filósofo racionalista. Después de esos fenómenos paranormales, que protagonizan la Era de la Extrañeza, los yinn intentan dominar la Tierra.

Finalmente se produce una guerra que enfrenta a los dos mundos: el de los seres mágicos y el de los humanos.

No obstante, ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’, no es una obra del todo fantástica. Mientras definitivamente la disfrutarán los amantes de El señor de los anillos, de Juego de tronos o de cualquiera de las sagas semejantes, también lo harán quienes las aborrezcan.

Esto porque la novela es, sobre todo, una obra sobre nosotros, sobre el mundo en el que vivimos, sobre las turbulencias de la historia, sobre los dilemas éticos y sobre la condición humana eterna y perdurable.

Por sus páginas desfilan el integrismo islamista, la sociedad de consumo, el feminismo, la homosexualidad, las nuevas formas de comunicación, la nostalgia o el aristotelismo. Los celos y la promiscuidad. La violencia, la credulidad y la organización política. Todo. Un universo sin límites ni foco.

En este libro cabe todo, pero hay dos asuntos que son centrales y que Rushdie hilvana con maestría a lo largo de sus páginas. El primero es uno de los temas esenciales del autor: la lucha entre la fe y la razón, entre el dogmatismo y la tolerancia.

El segundo es uno de los temas eternos: el poder de la ficción y de la magia.

En esta novela, Rushdie demuestra dos cosas; primero, que el humor es una de las mejores y más imperecederas armas literarias.

Segundo, que para ser moderno no hay que escribir en forma de tuits, pues la modernidad es un estado de la inteligencia, y las buenas historias, aunque largas, son buenas.