
La ropa de los pueblos, mas moderna sin perder su esencia
Tiene un collar dorado de 12 vueltas. Una blusa blanca, con bordados negros. También una falda verde, plisé, cuatro dedos abajo de las rodillas. La asambleísta por Pichincha de Alianza PAIS, Esthela Acero, de 29 años, viste el traje tradicional del pueblo Cayambi.
La ingeniera nació en la parroquia de Cangagua. “La vestimenta se ha modificado con el pasar del tiempo. Pero en esencia es la misma que usaron nuestras mamás y abuelas. Esperamos que nuestros hijos sigan la tradición”, dijo a EXPRESO.
Ella es una de las cuatro legisladoras de pueblos y nacionalidades que ocupan una curul en la Asamblea. Un número reducido para el porcentaje de población que representan: el 10 %, según la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).
Acero destaca la falda, amplia, plisé, así como las alpargatas bajas, cómodas, de tela para el campo. “Es nuestra ropa, es cómoda porque las mujeres trabajamos en agricultura y ganadería. Debemos movernos con agilidad”, dice sonriente.
La tela de la ropa también sufrió cambios. Antes era más gruesa porque no había tecnología para coserlas. En cambio, hoy son de seda y algodón. Se hacen en Olmedo, Zuleta y Cangagua, cuenta.
Pero mantener las tradiciones cuesta mucho. Por ejemplo, los collares cuestan 80 dólares, las blusas bordadas están a 140 dólares y las faldas entre 85 y 100 dólares. El pueblo Cayambi está en Imbabura, Pichincha y en la Amazonía.
La colega de Acero, Betty Jérez, es salasaca, del cantón Pelileo, en Tungurahua.
Usa una blusa negra, el anaco, el chumpi o la faja, la bayeta o el tapado y las sandalias. “Todo esto es artesanía de los comuneros salasacas. El anaco es de lana de oveja, que hacemos las mujeres”, explica.
Algunos de los collares o las guaschas son hechos de murano que traen de Italia a Ecuador. También hay otros de perlas y coral, que los complementan con aretes de plata. Además, usan imperdibles para sostener la bayeta. Los colores son: morado, verde, rosado, rojo y el blanco. Cada uno tiene su propio significado: rojo, la sangre derramada por los ancestros; el verde, es la esperanza por derechos igualitarios, y el morado, es de luto.
La parlamentaria Lourdes Tibán, de Pachakutik, dice que la vestimenta y la lengua son dos elementos de la cultura de un pueblo. Ella, una abogada, de 47 años, es de Pujilí, de la comunidad de Panzaleo.
Tibán usa el sombrero y la blusa bordada, no la chalina que también llevan las mujeres de Cotopaxi. “Poco a poco la vestimenta ha cambiado, igual que la cultura, no estática ni está dormida”, explica.
Cuenta que un collar puede costar 600 dólares, pero se usa en fiestas y matrimonios, es todo original. “Otros días nos ponemos lo que tenemos”, dice.
El zapato está visto para los mestizos y no para los indígenas, comenta.
“Ecuador es un país racista”
Las tres entrevistadas coincidieron en lo mismo: Ecuador es un país racista.
Todas han sufrido discriminación desde la escuela hasta en la vida de adultas.
Por ejemplo, la legisladora de Pachakutik, Lourdes Tibán, tuvo que quitarse el sombrero durante los cuatro años que pasó en la Universidad Central, para estudiar Leyes. “Un profesor me dijo el primer día de clases: ‘hijita sácate el borrego de la cabeza porque esto no es un corral’. Eso me marcó”, cuenta a EXPRESO.
La asambleísta de PAIS, Esthela Acero, sintió esa discriminación en el colegio, pues no podía ir con su vestimenta, sino con el uniforme. “Mi abuelo y padre, defensores de la tierra y de los campesinos, viajaban a Quito para hablar con las autoridades. Pero se quedaban un mes porque no los recibían”, señaló.
En la Asamblea no han sido discriminadas. Pero, en la calle sí, subrayó la parlamentaria de la lista 35, Betty Jérez. “Nos ven indígenas y se sienten superiores”, dijo.