Diversidad. La oferta incluye también sal rosada del Himalaya.

Un rincon para las especias exoticas

En medio de tiendas de ropa y zapatos, de partes de computadoras y oferta de tabletas de las más variadas y poco conocidas marcas, así como de ferreterías, en el sector de las calles Pichincha y Colón hay dos locales cuya especialidad son las especias.

En medio de tiendas de ropa y zapatos, de partes de computadoras y oferta de tabletas de las más variadas y poco conocidas marcas, así como de ferreterías, en el sector de las calles Pichincha y Colón hay dos locales cuya especialidad son las especias.

En uno de estos, el del número 822 de la calle Pichincha, la variedad que ahí se ofrece es capaz de trasladar a cualquier visitante a paisajes rurales o urbanos de lejanos países.

“La cúrcuma proviene de la India, mientras que el baharat es de Turquía”, dice Danny Tapia, uno de los miembros de la familia que desde hace 40 años es propietaria de este local, cuyo nombre es El Palacio de las Especias.

La tienda es pequeña, pero está llena de una extensa gama de productos, desde frutos secos (pasas, nueces, macadamias, semillas de cardamomo...) hasta hojas de laurel, de orégano, pasando por comino, pimienta negra, anís, vainilla, y hasta goma arábica y copal.

Precisamente en el ala derecho del local, con nombres escritos en árabe, hay una variedad que destaca: desde pistilos de azafrán de Persia hasta el za’atar de Siria.

Raras especias que encajan en una gastronomía poco común entre los porteños, pero que sin embargo ya tiene una gran clientela.

“Vienen desde ciudadanos árabes que residen en la ciudad o que tienen restaurantes, hasta estudiantes de cocina”, dice Carlos Tapia, quien ha logrado mucha información referente a cada especia. “Es necesario porque además de ofrecerlas, damos información de cómo y para qué se utilizan”, indica este estudiante de una escuela de chefs.

Hay cerca de 40 productos en la línea de lo exótico. La lista incluye uno de los más caros: los pistilos de azafrán. “Lo importamos de dos lugares: además de Persia, tenemos el de Málaga. Es el más caro: 10 dólares un gramo”, detalla Danny, hijo de Rosendo Tapia, quien junto a su esposa Piedad Berzosa fundó este negocio hace cuatro décadas. RGS