Las revistas indexadas

Parte de la tarea de cualquier docente universitario es la investigación vinculada a su área de formación y a los dominios establecidos en cada una de las universidades. Sin embargo, no es tan relevante la investigación en sí misma sino el impacto que esta tenga, por lo que cuando se enfrenta la tarea de publicar los resultados importa no tanto el hacerlo, sino, fundamentalmente, dónde hacerlo.

El Ceaaces (Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior) establece los estándares de la educación superior del país y los mecanismos para la acreditación de las universidades. Respecto a las publicaciones de los profesores indica que “para efectos de la evaluación, la investigación científica está constituida por las publicaciones académicas y científicas publicadas en revistas que forman parte de las bases de datos Scimago o ISI Web of Knowledge”; establece, además, que “como mínimo”, la institución deberá producir “un promedio de seis artículos por cada profesor con dedicación exclusiva, durante los últimos tres años”.

Un artículo es importante, por tanto, cuando ha sido “acreditado” en alguna de esas bases de datos, luego de su arbitraje por pares académicos. Sin embargo, el asunto no es tan sencillo, ya que en ciertas áreas del conocimiento hay pocas revistas que cumplan los estándares establecidos. Muchas de ellas publican números temáticos, que no siempre van de acuerdo a la línea que el investigador está desarrollando, y hay que esperar, por tanto, meses hasta poder ser incluido en algunas de ellas.

Hay universidades que han generado, incluso, un mercado para las publicaciones indexadas, en las que se cobra por ser incluido, como explica Scott Sadowsky, profesor de la Universidad de La Frontera, Chile: “mientras más se utilice un indicador cuantitativo en la toma de decisiones, más probable es que el uso del indicador distorsione y corrompa el mismo proceso que pretende medir”. Como consecuencia se ha generado una tiranía de las revistas indexadas, y los docentes universitarios estamos obligados a aceptarla.