Los republicanos y la violencia armada

Después del tiroteo en masa en Las Vegas, Nevada, el domingo 1 de octubre pasado, el líder por la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, dijo a los periodistas: “Es particularmente inapropiado politizar un episodio de estas características. Apenas sucedió hace un día y medio”. Con 59 muertos y más de 500 heridos, insistió en que era “absolutamente prematuro estar discutiendo sobre soluciones legislativas” para la epidemia de violencia armada de EE. UU. La prioridad legislativa de su partido seguirían siendo los recortes impositivos. Su respuesta estaba en total sincronía con la postura del Partido Republicano sobre la violencia armada. Es desalentador que ninguno de los periodistas intentara cuestionar su postura y preguntarle: “¿Entonces cuándo cree que sería el momento indicado? ¿Podría ofrecer un cronograma?”. O cuestionar la premisa de que los demócratas están “politizando” una tragedia. Hablar de politización ha sido la comidilla republicana obligada después de cada masacre armada desde hace décadas. McConnell y sus colegas republicanos deberían dar explicaciones de por qué ni siquiera van a discutir soluciones políticas para el flagelo de la violencia armada en EE. UU., en lugar de permitir que sigan adelante con sus esfuerzos evidentes por evitar lisa y llanamente la cuestión del control de armamentos. Y se les debe exigir que asuman responsabilidad por sus posturas, que reflejan un instinto, revelador y a la vez escalofriante, de ver cualquier discusión sobre la violencia armada como una cuestión política, lo que ofrece oportunidad para anotar puntos partidarios, en lugar de como una política y una cuestión de seguridad pública. Se podría decir que los repetidos tiroteos masivos en EE. UU. en las últimas décadas tuvieron un sello republicano. Los periodistas y analistas tienden a ser imprecisos cuando evalúan la culpabilidad en esta historia inequívocamente norteamericana. Culpan por el fracaso a la hora de abordar el problema de la violencia armada en EE. UU. al Congreso, al “establishment” de Washington o al sistema político en su totalidad. Esta imparcialidad fabricada es equivalente a las “noticias falsas”. Es hora de llamar a las cosas por su nombre: el Partido Republicano es abrumadoramente responsable. Algunos demócratas e independientes en el Congreso ocasionalmente se han sumado a los republicanos a la hora de bloquear legislación sobre el control de armamentos. Pero los demócratas que se oponen a los controles de armamentos lo hacen desafiando al programa oficial de su partido, mientras que los republicanos lo hacen en conformidad con el suyo. Tras la masacre de 2012 en la Escuela Elemental Sandy Hook en Newtown, Connecticut, donde un hombre armado asesinó a 26 alumnos y sus maestros, el senador Joe Manchin, demócrata, propuso un proyecto de ley para exigir controles de antecedentes universales en todas las compras de armas comerciales. La Enmienda Manchin no consiguió los 60 votos necesarios para superar una obstrucción republicana. Apenas cuatro de los 54 senadores que votaron a favor del proyecto de ley eran republicanos; solo cinco de los 46 senadores que votaron en contra eran demócratas. Los asesinos en masa tiraron del gatillo. Pero el Partido Republicano actuó como cómplice político en todos estos actos asesinos.