Tradición. Las campanas de la iglesia La Merced, en el centro de la urbe, no se repican desde hace años.

El repique de campanas camina a la muerte lenta

En París, era él el dueño y señor de la catedral, un feo y tímido jorobado que anunciaba la misa desde la clandestinidad, a través de las letras de Víctor Hugo.

Hablar de campanas y campaneros de una iglesia hace que Quasimodo reviva en la memoria. En París, era él el dueño y señor de la catedral, un feo y tímido jorobado que anunciaba la misa desde la clandestinidad, a través de las letras de Víctor Hugo.

Las iglesias de Guayaquil también tienen campanas con sus propias versiones de Quasimodo, los sacristanes, ninguno jorobado, pero todos, o al menos los que quedan, expertos en el repique, que ahora es cada vez menos popular.

¿Pero por qué es menos popular? El historiador Willington Paredes explica que aunque la campana fue un instrumento de comunicación, que incluía un lenguaje de la sonoridad con los repiques que la sociedad reconocía, la aparición de las nuevas tecnologías provocó su desuso.

Como EXPRESO lo publicó ayer, en Cuenca, por ejemplo, ahora se utilizan parlantes para llamar a misa, mientras que en Guayaquil, aunque no se ha dejado de lado la tradición completamente, es menos frecuente aplicarla. Los sacerdotes, en cambio, anuncian sus misas en redes sociales.

Aunque hay iglesias, como Nuestra Señora del Carmen, que de los siete días a la semana que tiene liturgia, hace sonar su campana solo uno, los domingos.

El padre José María Huerga dice que la campana, que fue creada en 1893, no se toca siempre porque “en las ciudades se debe evitar el ruido”.

El tema de las campanadas es complejo. Cuando aparecieron las campanas, cada sonido indicaba un mensaje. “Había, entre estos anuncios de misa, el de réquiem con tres repiques, o el de llamar a misa, con campanadas rápidas, repetidas cada 15 minutos”, explica Pedro, un sacristán de Guayaquil.

El historiador Paredes dice que las campanas fueron un medio de comunicación en la sociedad. Se podía anunciar emergencias o la muerte de algún personaje de prestigio, como un funcionario público.

Por ser parte de las iglesias, su principal rol fue el de la religiosidad, para llamar a misas a las horas que correspondían, pero también estuvo ligada con los anuncios, para convocar asambleas populares, en los cabildos abiertos que existían antes, explica.

Cuando entramos al siglo XX, los usos anteriores del campanario cambiaron. Hoy, el rincón donde se ubican las campanas es una alta esquina llena de polvo, con vitrales viejos y sogas desgastadas.

La iglesia de la Merced, otro de los centros de fe más emblemáticos de Guayaquil, dejó hace años de sonar sus campanas. No así, la Catedral o la San Francisco, que todavía llaman a misa los domingos con el repique de las antiquísimas moles de bronce.