Repercusion del caso Dilma

El Gobierno nacional se ha solidarizado con la presidenta brasileña, sometida ya a un inicio de juicio político que probablemente determinará su destitución, comenzando por el paso previo al rompimiento de relaciones: ha llamado a su embajador a consulta, posiblemente para romper relaciones con el nuevo Gobierno brasileño.

Esto parece un acto impropio, porque el actual Gobierno tiene su origen en un golpe de Estado parlamentario mediante el cual, con el voto de tres integrantes del Tribunal Supremo Electoral, entre ellos un desertor del partido del expresidente Lucio Gutiérrez, se reemplazó a 58 diputados legítimamente elegidos por un grupo a cuyos integrantes llamaron ‘de los manteles’. De ese golpe salieron las convocatorias para la Asamblea de Montecristi que, en la euforia de una moralmente cuestionada victoria, manifestaron que se aprobaría una Constitución política para 300 años, en los que se sucederían en el poder, como en una monarquía, hijos, nietos, biznietos de los militantes de un partido zurcido hasta con quienes fueron parte notable de lo que llamaron la partidocracia y cuya presencia en el Gobierno -la de algunos- se mantiene hasta hoy. Pero los tres siglos de vigencia de la mencionada Constitución apenas fueron unos pocos meses. Luego de aprobada, incluso mediante consulta popular, se han producido una serie de reformas, algunas de las cuales rompen y destrozan la estructura original, estableciendo un hiperpresidencialismo que consagra a un caudillo que no ha podido, en sus casi diez años de gobierno, configurar lo que llaman revolución ciudadana, y que no ha sido otra cosa que el establecimiento de una oligarquía de no más de 40 personas, que son los titulares sobrevivientes de los cambios efectuados en los 40 ministerios o secretarías con rango ministerial (entre ellos luce, como un signo, el sombrero del que no se desprende ni para dormir, el ministro del buen vivir).

El caudillo ha manifestado que el que termina será su último período gubernamental, y luego irá a vivir en Bélgica. Sin embargo, unos jóvenes han presentado un recurso ante el organismo pertinente para derogar la transitoria que impedía la reelección del caudillo y han estructurado un colectivo que tiene como lema un título de novelita rosa: “siempre contigo”. Al parecer, el “siempre” es igual que los 300 años de la falsa Constitución en la que sueñan todavía unos cuantos ciudadanos sin destino, que se han integrado en un grupo que se ha dado en llamarse Montecristi vive, a pesar de que la vida de ese sueño yace tres metros bajo tierra, en el recuerdo del pueblo ecuatoriano.

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