Repensar la Revolucion de Octubre

Los hechos, procesos y acontecimientos que se dan en el tiempo histórico-social tienen un registro que los hace y teje en la memoria colectiva. Por eso deben ser repensados. Su ejercicio supone una constante revisión de lo que fue, de sus aspectos fundamentales, sus alcances, sentidos y derivaciones. Esto los enriquece y legitima. Así es comprensión explicativa de certezas y herencia de su conciencia social.

Desde octubre de 1820, este es un mes emblemático y simbólico de Guayaquil que hay que actualizar siempre. Por esto es preciso separar el encantamiento de lo anecdótico (la Fragua de Vulcano, la llegada de tres militares venezolanos, la heroicidad de sus líderes, etc.) y llevarlo hacia la explicación y comprensión del evento como proceso estructural-coyuntural de efectos sociales, geopolíticos, estratégicos y militares.

Sobre todo que los guayaquileños comprendan que histórica y socialmente es un acontecimiento en que la ciudad debe valorar, resignificar y reposicionar el significado y sentido de tres palabras: libertad, independencia y autonomía. Sin esta triada de significantes la validez del octubre revolucionario no es transparente, se vuelve solo crónica anecdótica, memoria instantánea y no conciencia, herencia y valor sociopolítico perenne.

Por esto el simbolismo rememorativo de ese octubre, en sus relatos (periodístico, televisivo, historiográfico, político) no debe entramparse ni diluirse en lo anecdótico. Hay que hacerlo explicativo-comprensivo del por qué y cómo la libertad (económica, social, política, cultural, ideológica, etc.) no se negocia, no se mutila ni se somete a cualquier forma de poder despótico y autoritario que amenace ese legado del ayer y su memoria histórico-social. Puesto que de ese octubre se heredó la definición, decisión y compromiso de ser libérrimos. Desde ahí lo guayaquileño no se comprende separado de la libertad, la independencia y la autonomía.

De esto no se habla. Esto se recrea, se hace cuerpo, piel, espíritu y acción, porque toda historia es y debe ser social, en los hechos, en la memoria, en los imaginarios y en su ritualidad.

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