Funciones. El alcalde del municipio de Rentería, Julen Mendoza.

Renteria busca cerrar su pasado con la ETA

Gobierno. La ETA “no va a obtener nada” a cambio de su desarme unilateral, advirtió ayer el portavoz del gobierno de España, Íñigo Méndez de Vigo.

Desde que ETA abandonó la violencia en 2011, Rentería se recupera lentamente de cuatro décadas oscuras marcadas por las protestas, los asesinatos y las torturas relacionados con la lucha armada librada por el grupo separatista vasco.

Para los habitantes de este antiguo municipio del norte de España, esto implica caminar por sus calles sin guardaespaldas, vivir sin miedo o disfrutar viendo llegar a los turistas a un pueblo antes hostil.

Ahora que se espera la entrega por ETA de sus armas, hoy la alegría da paso también a una insistente pregunta: ¿cómo curar las heridas de un pueblo que ha sido desgarrado por el conflicto y el odio?

“Esta ciudad ha tenido épocas convulsas”, reconoce Julen Mendoza, alcalde de este municipio de 40.000 habitantes.

Rentería vivió unos 20 asesinatos de ETA: taxistas, policías, concejales municipales, de acuerdo con el informe del grupo regional de derechos humanos Argituz. El dossier también detalla siete asesinatos y torturas de grupos parapoliciales como los GAL, creados ilegalmente en los años 1980 por altos funcionarios del entonces gobierno socialista español para combatir a ETA.

El pasado marca a Rentería, donde el apasionado nacionalismo y sentido de la identidad vasca solo se puede equiparar a su profundo recelo hacia el gobierno español.

“Yo estaba embarazada de mi hija de seis meses. En esa misma esquina me pegó un porrazo un policía nacional. Me pegó en la tripa y tuve que subir al hospital”, recuerda Lourdes Irizar Rezola, una limpiadora de 59 años, señalando el lugar donde ocurrió el incidente hace más de 30 años.

Ferviente independentista, quería manifestarse en apoyo a unos militantes de la izquierda nacionalista arrestados. Si bien reconoce la violencia practicada por la ETA durante cuatro décadas de bombas, secuestros y asesinatos a punta de pistola por la independencia vasca que dejaron 829 muertos, recuerda más la violencia policial que dice haber sufrido en las protestas.

Algunas calles más allá, Miguel Buen tiene en mente otras imágenes de la etapa como alcalde socialista de Rentería, a partir de 1987, cargo que mantuvo durante 18 años.

Su historia personal está marcada por las amenazas de ETA, cuya sangrienta batalla le enfrentó al gobierno central, fuera socialista o conservador.

“He tenido que asistir por desgracia a demasiados funerales de compañeros y amigos... (Pero) Hace cinco años que me paseo por las calles de mi pueblo, por las calles de cualquier ciudad de Euskadi (País Vasco) y no llevo escolta”, reconoce.

Este aparente deshielo en las relaciones vecinales puede deberse en parte al alcalde Mendoza, quien logró unir a políticos de todos los colores en un esfuerzo de conciliación. En una de sus iniciativas, en 2013 organizó un evento donde gente que había sido encarcelada por sus nexos con ETA se mezclaba con víctimas del grupo.

“Tenemos que aprender a convivir”, dice Juanma Álvarez, un jubilado de 61 años que asistirá hoy a la ceremonia del desarme en Bayona, en el sureste de Francia. “Para mí y miles de personas es muy importante. De mi entorno, prácticamente todo el mundo está totalmente de acuerdo. Vamos a ir casi todos”, asegura.

Para el gobierno central y muchos españoles, las memorias de los atentados son todavía muy recientes.