A la reja

Tengamos claro lo que acaba de suceder el día miércoles de la semana pasada: el vicepresidente sin funciones recibió una sentencia de primera instancia, lo que significa que aún no se han agotado otras instancias legales para lograr firmeza en la sentencia. Independientemente de esto, era la Asamblea la que debía sentenciarlo políticamente con la destitución del cargo, sin esperar a que la justicia le dé haciendo su trabajo.

Una persona con sentencia de responsabilidad sobre un caso penal, manchado por uno de los más infames y cuantiosos casos de corrupción en la historia del Ecuador, no puede ser la segunda autoridad de nuestro país. ¡Es una vergüenza! El mundo entero debe estar asombrado de ver cómo en Ecuador ocurren estas cosas, y luego nos quejamos de por qué nos miran con escepticismo y desconfianza.

Insisto, no debemos darnos por bien servidos con esta sentencia, aún faltan casos por investigar y juzgar sobre delitos con mayor pena que la que se ha dictado. También falta incluir al resto de individuos que participaron en todo este entramado de corrupción, que bajo la sombra y patente de corso del seudoemperador, hacían y deshacían con los fondos públicos.

Recordemos que esta olla de grillos no la destapan las autoridades del Ecuador, sino las autoridades independientes en Brasil, que llevaron a la cárcel a las cabezas de la empresa Odebrecht. No nos engañemos, ellos deben ser la principal fuente de información, para que con detalle nos digan cómo y quiénes actuaban en la cadena de corrupción. No pierdan tiempo con investigar lo investigado, ya solo queda determinar con claridad hasta dónde llegó la gangrena, para extirparla sin dilación y con firmeza. No es persecución política, como la califica el trasnochado del ático. Este es el primer paso para establecer los responsables de lo que era un secreto a voces en el Ecuador: el despilfarro, los contratos a dedo, los sobreprecios, los nuevos ricos y tantas otras atrocidades que cometió el grupillo de la década pasada. Se les acabó la fiesta. Como dijo el famoso Tres Patines: ¡A la reja!