El reino del miedo en China

Una vez más, el miedo se ha apoderado de China como no ocurría desde la era de Mao Zedong. Desde el sancta sanctorum del Partido Comunista Chino (PCC) hasta las salas de conferencias de universidades y oficinas de ejecutivos, el espectro de duras acusaciones y castigos aún más duros acecha a las élites políticas, intelectuales y de negocios chinas. La evidencia del miedo omnipresente es fácil de percibir. Desde que comenzó la implacable ofensiva anticorrupción del presidente Xi Jinping en diciembre de 2012, los arrestos de funcionarios gubernamentales se han convertido en un ritual diario que hace correr escalofríos por la espalda de sus colegas y amigos. Incluso se ha agregado una nueva frase al vocabulario chino para describir esta repentina caída en desgracia: miaosha, o «muerte instantánea». Pero el miedo está afectando más aún a los funcionarios de menor nivel, como lo ilustra la proliferación de informes de suicidios. Preocupados por esta tendencia, los líderes del PCC han encargado a organizaciones locales del partido la tarea de reunir datos sobre los suicidios de funcionarios gubernamentales desde que comenzó la ofensiva anticorrupción.

No solo los criminales viven en constante terror, la burocracia china está actualmente paralizada por el miedo. Los académicos, los abogados dedicados a los derechos humanos, los blogueros y los líderes de negocios también están sufriendo. Muchos líderes empresariales han desaparecido temporalmente, supuestamente detenidos por investigadores anticorrupción. Pero tal vez el impacto más alarmante del regreso del gobierno del miedo en China sea que ahora incluso está afectando a los de afuera. No solo los periodistas occidentales, representantes de ONG y ejecutivos extranjeros viven en el miedo; también les ocurre a los ejecutivos, editores y redactores en Hong Kong, quienes, según el acuerdo de «un país y dos sistemas», debieran quedar por fuera de la jurisdicción china. Gigantescas corporaciones occidentales, alguna vez cortejadas por el Gobierno chino, ahora temen redadas policiales e investigaciones antimonopolio.

Claramente, el Gobierno basado en el miedo no quedó atrás con el fin de la Revolución Cultural en 1976. Esto no debiera sorprendernos, incluso aunque la economía china ha experimentado un boom y se ha modernizado, su sistema político mantuvo su núcleo de características totalitarias: un Estado exento del imperio de la ley, un aparato de seguridad interna con agentes informantes virtualmente en todas partes, censura generalizada y una débil protección de los derechos individuales. Estas reliquias institucionales del maoísmo que nunca fueron repudiadas, continúan disponibles para ser usadas e intensificadas siempre que los principales líderes lo consideren necesario, como en la actualidad.

Esto debiera encender alarmas en Occidente. En vez de simplemente registrar el regreso en China del gobierno basado en el miedo como factor que incide en la forma en que tratan con ese país, los líderes occidentales debieran desarrollar estrategias para obligar a China a repensar su enfoque. Considerando el crecimiento de su influencia internacional día a día, la reinstauración de sus tácticas de miedo totalitarias tiene implicaciones trascendentales -y profundamente inquietantes- para Asia y el mundo.

Project Syndicate