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Ilustración sobre piratería y pesca artesanal en Esmeraldas
Ilustración sobre pesca artesanal, piratería, narcotráfico en Esmeraldas.Diario EXPRESO

Esmeraldas: un sistema de miedo se instaló contra la pesca artesanal

Pescadores faenan con temor de ser asaltados, amarrados y arrojados al agua

“Nos abordaron tres hombres armados, nos amarraron y nos lanzaron al agua. Yo logré sobrevivir, pero mi hijo nunca apareció”, relata Milton, quien se desempeñaba como pescador artesanal en Esmeraldas. Él pidió guardar bajo reserva su identidad.

El olor a salitre impregna el aire del puerto pesquero de Esmeraldas. Allí, entre embarcaciones desgastadas y redes remendadas, los pescadores artesanales cuentan historias que parecen repetirse con un mismo desenlace: miedo, pérdidas y abandono. La inseguridad en el mar se ha convertido en una sombra que acompaña cada faena; un enemigo invisible que acecha desde hace más de una década.

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Milton recuerda con voz quebrada la última vez que salió a faenar con su hijo. Su tragedia ocurrió en 2015, pero sigue viva en la memoria colectiva de quienes cada día se juegan la vida en altamar. Él dejó de pescar y ahora vende pescado en una pequeña canoa en el puerto. “El mar ya no es seguro, y nadie nos protege”, sentencia.

En Esmeraldas, los pescadores ya no hablan solo de mareas o cardúmenes. Hablan de los que no volvieron. Hablan de motores robados, de lanchas perdidas, de hombres arrojados al agua en medio de la noche. Según cifras de federaciones pesqueras, más de 160 pescadores artesanales han desaparecido en la costa ecuatoriana en los últimos cinco años, y cerca de un tercio de esos casos se concentran en Esmeraldas, una provincia golpeada por la inseguridad marítima y la presencia de grupos armados vinculados al narcotráfico.

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Uno de esos casos es el de Jorge Vélez, de 38 años, cuyo paradero sigue siendo un misterio. Su esposa, Rosa, aún conserva la camiseta que él usaba para salir a faenar. “La última llamada fue a las tres de la mañana. Dijo que habían visto una luz extraña acercarse. Después… silencio”, cuenta mientras aprieta un pañuelo. La búsqueda, asegura, apenas duró 36 horas. “La Armada dijo que no podían seguir porque no había indicios. ¿Pero qué mayor indicio que un hombre desaparecido?”.

Según datos del propio gremio pesquero, solo el 18 % de las búsquedas por pescadores desaparecidos concluyen con hallazgos positivos, y la mayoría son cuerpos sin vida. El resto se convierte en silencio burocrático.

La Armada sostiene que realiza patrullajes constantes, pero los pescadores afirman que los asaltos ocurren a plena luz del día, a menos de 10 millas de la costa. Y que nunca hay una patrulla cerca. Este Diario solicitó una entrevista a la Capitanía del Puerto de Esmeraldas, pero su encargada de prensa indicó que podrían hablar a partir del martes 3 de diciembre. Sin embargo, sigue pendiente una respuesta.

EXPRESO también solicitó una entrevista a la Dirección Nacional de Espacios Acuáticos (Dirnea), de la Armada. Tampoco ha habido una contestación.

Puerto de Esmeraldas
Hombres alistan embarcaciones de pesca artesanal, en el Puerto de Esmeraldas.Diario EXPRESO

Robos recurrentes

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La problemática no es nueva, pero se ha agudizado. Los pescadores denuncian que los robos de motores y embarcaciones ya no son hechos aislados: ocurren semanalmente. “Antes hablábamos de un robo al mes, ahora son varios a la semana”, sostiene Maura Oviedo, presidenta de la Cámara de Pesquería de Esmeraldas. Según sus cálculos, en lo que va del año se han registrado al menos 100 robos, aunque la cifra real podría ser mayor, pues la mayoría de las víctimas no denuncian por miedo o desconfianza en las autoridades.

Los piratas del mar actúan con violencia. Se llevan motores, combustible, equipos de navegación y dejan a los pescadores a la deriva. “Nos apuntan con armas, nos pisan la cabeza, nos amenazan con matarnos”, relata José (identidad protegida), quien fue asaltado a 26 millas de la costa. Su testimonio es una muestra del terror que se vive en cada salida. “Uno ya no sabe si va a regresar con pescado o sin la vida”.

El vacío que debilitó la lucha contra delitos

La inseguridad se agrava por vacíos legales. Maura Oviedo observa que del Código Integral Penal se eliminó el artículo que tipificaba la piratería marítima. “Antes, quienes eran sentenciados por piratería recibían hasta 16 años de cárcel. Ahora se lo tipifica como robo simple, apenas cuatro o cinco años, y con procedimiento abreviado salen en un año o menos”, explica. Para los pescadores, esta modificación es un golpe que favorece la impunidad. “Son los mismos delincuentes, reincidentes, que vuelven al mar a hacer lo suyo”.

La falta de coordinación entre la Armada y la Policía también es un obstáculo. Los pescadores reclaman convenios de cooperación con Colombia para realizar persecuciones en caliente, pues muchos robos terminan con los motores cruzando la frontera. “Sin inteligencia ni acuerdos binacionales, estamos perdidos”, advierte Oviedo.

Extorsiones y puertos cooptados

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La inseguridad no se limita al mar. En los puertos, las bandas criminales han extendido su control y exigen mensualmente entre $500 y $1.500. “Ellos saben quién trae más pesca, se meten a las bodegas y extorsionan. Hay muertos en las bodegas, y nadie dice nada”, denuncia otro dirigente, quien pide el anonimato.

Los pescadores aseveran que el puerto pesquero artesanal está infiltrado, y que las autoridades no han logrado recuperar el control. “Es un sistema de miedo. Si produces más, te marcan. Y si no pagas, te amenazan”, manifiesta un pescador que pide la reserva de su identidad.

A la inseguridad se suma otro problema: el impacto ambiental. El derrame de crudo del 13 de marzo paralizó las faenas durante un mes. El Gobierno entregó una compensación inicial de 470 dólares por embarcación, pero nunca cumplió con el resto. “Nos dijeron que era solo una parte, pero hasta ahora no sabemos (a) cuánto (asciende) ni cuándo se cancelará lo pendiente”, reclama Oviedo. Las embarcaciones quedaron varadas; y las familias, sin ingresos. “Fue un golpe durísimo, y nadie nos ha respondido”, lamenta.

Un oficio en extinción

Hace diez años, en la provincia de Esmeraldas había entre 6.000 y 7.000 pescadores artesanales. Hoy apenas quedan 5.000 en toda la provincia, y en el cantón Esmeraldas la cifra cayó de 3.000 a 2.000. “Cada vez somos menos, porque la gente se cansa de arriesgar la vida y perderlo todo”, admite la dirigenta.

La reducción de pescadores significa más desempleo y menos producción. Una embarcación que deja de faenar pierde entre 1.000 y 2.000 libras de pescado por salida, lo que encarece especies como el picudo, el atún y la albacora.

Antonio Cedeño, vendedor de encebollado en el centro de Esmeraldas, lo confirma: “Cuando escasea la albacora, tenemos que traer pescado de Manta a dos dólares la libra. Eso afecta a más de 30 locales de encebollado en la ciudad”. La inseguridad en el mar repercute directamente en la mesa de los esmeraldeños.

La suma de inseguridad, extorsiones, derrames de crudo, falta de dragado y disminución de especies claves dibuja un panorama sombrío para el sector pesquero artesanal de Esmeraldas. Los testimonios de pescadores reflejan el miedo y la desesperanza. “Nos sentimos abandonados, sin protección ni respuestas”, resume la presidenta de la Cámara de Pesquería de Esmeraldas.

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