La reduccion de las FF. AA.

Cuando el libertador Simón Bolívar le encargó a Sucre la compra de unos fusiles, el futuro mariscal de Ayacucho cumplió su cometido con celeridad y pulcritud, tanta, que entregó un sobrante del dinero recibido para tal adquisición. Por ello, y por otros méritos, nuestro Alfaro admiraba profundamente al cumanés, y se dedicó con pasión de historiador a conocer sobre la trama de su asesinato en Berruecos.

Por supuesto, el comportamiento de Sucre tampoco era el habitual en su tiempo. La venta de armas, y también su compra, siempre se ha prestado para amasar fortunas y de ese origen son algunas que vienen de lejos; sin embargo, hay que resaltar que el venezolano que condujo la batalla del Pichincha fue un ser excepcional para cualquier época.

Volviendo a la nuestra, siempre he sido crítico del exceso en el gasto militar cuando este se refiere únicamente a la adquisición de material bélico, sobre todo cuando se lo hace en beneficio de quien resuelve realizarlo. El mundo está lleno de ejemplos de esos casos. Nosotros mismos podemos aportar con un buen número. No obstante, en relación con otros temas castrenses, el cumplimiento del servicio militar obligatorio o los cursos que realizábamos los universitarios, me parece que entrañan enormes beneficios y así me he cuidado de expresarlo, puesto que imparten en quien los cumple valores que no se adquieren con facilidad en otras instituciones: disciplina, por citar uno relevante, pero asimismo capacidad de entrega, sentido del honor, aprecio por los esfuerzos compartidos, trabajo de equipo, espíritu militar en definitiva.

Por ello, en asuntos como la reducción del número de soldados, pese a que su presunta reducción sería un buen indicador de que, al fin, se está asumiendo la existencia de la crisis, vale recomendar andar con pies de plomo. Nuevas amenazas a cargo del crimen organizado y sus distintos tráficos afectan a las fronteras ecuatorianas y a los barrios de las ciudades, y no cabe dejarlos desguarnecidos sin que estudios realizados con seriedad y conocimiento de causa determinen hasta dónde es posible reducirlas sin riesgo.

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