Rebeldes con causa de Venezuela

La imagen de Wuilly Arteaga llorando después de que las fuerzas de seguridad venezolanas destruyeran su violín ha sido vista en todo el mundo. De 23 años, se unió a las protestas contra el Gobierno del presidente venezolano, Nicolás Maduro, tocando canciones patrióticas. Su mirada de desesperación habla de lo que muchos en Venezuela están sintiendo mientras se preguntan cuánto tiempo más su país debe sufrir la violencia y el desgobierno. Al menos 115 manifestantes han muerto desde que comenzaron las protestas callejeras organizadas por la oposición el 1 de abril. Más de 50 eran menores de 30 años y muchos, solo adolescentes. Es difícil estimar el tamaño y la demografía de los manifestantes, pero dos cosas están claras sobre las protestas de hoy: son mucho más amplias y más socioeconómicamente diversas que las protestas anti-Maduro en 2014, que parecían estar compuestas principalmente por venezolanos de clase media; y muchos de los manifestantes de hoy son jóvenes. Ellos están haciendo oír su voz contra el alto desempleo y la falta de oportunidades económicas. En 2016, el 70 % de todas las protestas estuvieron motivadas por preocupaciones económicas; una importante era la demanda de puestos de trabajo. El Gobierno no ha informado tasas oficiales de desempleo en más de un año. Pero está claro que los venezolanos -especialmente los jóvenes que no pueden pagar su comida ni vivienda- están sufriendo más que nunca con la crisis económica. Ellos son particularmente peligrosos para el régimen porque no tienen nada que perder ahora, y todo que perder más tarde. El régimen solo puede culparse a sí mismo por las protestas actuales. Como un Donald Trump latino, Chávez llegó al poder sobre una ola de populismo en 1998, y frecuentemente se jactaba de sus esfuerzos por reducir el desempleo. Su gobierno invirtió mucho en educación terciaria y para 2010 Venezuela ocupaba el quinto lugar en matrícula universitaria a nivel mundial. El régimen requería la participación de los estudiantes en manifestaciones progubernamentales, pero también les prometió puestos de trabajo estatales después de graduarse. Para cumplir esta promesa, aprovechó los grandes ingresos petroleros del país en ese momento para expandir el sector público. Pero gastar los ingresos petroleros para educar a los estudiantes para empleos que dependen de los futuros ingresos por el petróleo no es un modelo económico sostenible. Eso se hizo evidente en 2014, cuando los precios del crudo comenzaron a desplomarse y, combinado con años de mala administración económica, ha dejado a los jóvenes venezolanos con grandes expectativas pero sin perspectivas reales. Ahora salieron a las calles a exigir cambios y oportunidades, y el Gobierno, que se apoya en promesas que no puede mantener, ha respondido con palizas y balas. Está traicionando a los hijos de sus simpatizantes con la violencia que una vez reservó a las élites del país. La oposición ha hecho demandas más concretas: que haga elecciones presidenciales justas, libere a todos los presos políticos y abra un corredor humanitario para que el país reciba los alimentos y medicinas que tanto necesita. Los venezolanos han hablado alto y claro: están cansados del populismo y no se cansarán de ocupar las calles.

Anne-Marie Slaughter y Fabiana Perera. Slaughter es presidenta y directora ejecutiva de New America. Fabiana Perera, candidata al doctorado de The George Washington University, es beneficiaria de la beca Foreign Policy Interrupted 2017.