Realismo para Europa y Turquia

Las relaciones entre Europa y Turquía exhiben hace tiempo una profunda contradicción. La cooperación en materia de seguridad (sobre todo durante la Guerra Fría) y los vínculos económicos han sido fuertes, pero las bases esenciales de la democracia (derechos humanos, libertad de prensa, respeto de las minorías y un sistema judicial independiente) siguen siendo débiles en Turquía. Tras la llegada al poder del partido Justicia y Desarrollo (AKP siglas en turco ) en 2002, estos conflictos parecían superados y se buscó la entrada de Turquía a la Unión Europea y la modernización de su economía, para lo que implementaron reformas reales (particularmente en áreas como la justicia). A pesar de ello, el presidente Erdogan siempre ha mantenido abierta una opción “neo-otomana”, que orientaría a Turquía hacia Medio Oriente y el mundo musulmán. Hoy, las complicadas relaciones entre Europa y Turquía son aun más extrañas. El Gobierno turco citó dos veces al embajador alemán para protestar por un corto satírico sobre Erdogan que se vio en la televisión regional alemana. Los diplomáticos turcos comprenden la relación de los alemanes con las libertades de prensa y opinión, valores fundamentales de la UE, a la que Turquía quiere entrar. Pero ¿hasta qué punto esta comprensión es compartida por el presidente Erdogan? Pronto las relaciones podrían empeorar aún más, cuando el Parlamento alemán vote una resolución que pide calificar como genocidio la matanza masiva de armenios en 1915, siendo casi seguro que la moción será aprobada por amplia mayoría multipartidaria. A pesar de estos conflictos recientes, la vieja alianza UE-Turquía es vital para ambas partes, pero su precio no puede ser el abandono de los principios democráticos; por el contrario. Además, Europa no puede desentenderse de su vecindario geopolítico. Los Balcanes (región indudablemente europea) seguirán en paz mientras se mantenga viva la fe en un futuro dentro de la UE. Pero Medio Oriente y el norte de África están atrapados en un vacío de poder que causa crisis políticas, conmoción civil, guerra, terrorismo y pérdidas incalculables para la economía y las personas. La intervención de EE. UU. en Irak, seguida por el debilitamiento (real o aparente) de su garantía de seguridad para la región, llevó a una rivalidad estratégica abierta entre Arabia Saudita e Irán, mientras que la mayoría de Estados árabes no pueden proveer empleos y oportunidades adecuados a una población cada vez más joven, lo que incentiva el apoyo al extremismo religioso. El conflicto entre Israel y los palestinos se está agravando una vez más, lo mismo que la militancia kurda; los combates en Siria desestabilizan la región e impulsan flujos aparentemente interminables de refugiados que buscan llegar a Europa. Y la intervención militar rusa en Siria revivió el fantasma de un choque militar directo con un Estado miembro de la OTAN, cuando Turquía derribó un avión de combate ruso. Un conflicto de valores seguirá definiendo las relaciones entre Europa y Turquía. Pero habrá mucho más en la balanza: los intereses de seguridad fundamentales de ambas partes.

Project Syndicate