Promesas para el 2017

Cuando se analiza el futuro con seriedad, esto es con la mayor objetividad y profundidad posibles, tanto las personas como los pueblos, peor todavía quienes los administran, deberían sentirse imposibilitados de hacer promesas, generalmente desmesuradas, en la mayor parte de las ocasiones.

Tanto han fallado en su cumplimiento las personas, los pueblos y sus gobiernos que tendría que ser motivo de vergüenza continuar planteando propósitos que, de antemano, se saben imposibles de honrar, con mayor razón, dada la crisis de todo orden que se tendrá obligatoriamente que enfrentar en este 2017.

En efecto, ojalá las personas se decidieran, aunque solo de eso se tratase, que no es poco, a cumplir con su dieta, por ejemplo y, de momento, revisar cuántas veces lo han intentando y cuántas han fallado y por qué.

Igual los pueblos. Prometen y prometen interesarse más en la vida cívica de sus naciones, ser solidarios con el prójimo, sintiéndose como se sienten cristianos, o asumir la defensa de la naturaleza o la de la paz, que ambos son asuntos trascendentes imposibles de enfrentar sin la colaboración de todos. Sin embargo, el papa Francisco debe insistir en la misericordia porque no es práctica cotidiana, ni de los religiosos ni de aquellos que no lo son, y la agresión al medio ambiente continúa tal cual la guerra, sembrando desolación y muerte a lo largo y ancho del planeta.

En cuanto al cumplimiento de las promesas de los gobiernos no hace falta poner referencias. Son de sobra conocidas por todos las promesas incumplidas. Tantas que incluso se ha llegado a la caricatura de señalar que en alguna ciudad se reclamaba en una pancarta durante una manifestación electoral: “el pueblo tiene derecho aunque sea a que lo engañen”.

De cualquier modo, debe quedar claro: no será posible enfrentar (enfrentar significa: hacerles frente) debidamente los conflictos que, sin pesimismo, con realismo responsable, tendremos a lo largo del año que hoy se inicia, sin hacernos la promesa de una gran unidad nacional de los que estamos decididos a poner el hombro para derrotar la desvergüenza, la impudicia.

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