El Principito (1)

Desde niña habré leído a Antoine de Saint-Exupéry unas 30 veces, si no es más, por mi fascinación por una de sus obras, la más famosa de las 16 novelas que escribió. Mis nietos tienen ya sus sendos ejemplares del libro y el cuarto que usan ellos en mi casa tiene un maravilloso principito sobre su planeta B612 pintado sobre la cabecera de la cama.

Me emocioné cuando leí que habría una representación teatral de la obra en el teatro Sánchez Aguilar y allá fuimos con mis tres hijas que viven en Guayaquil, y con ocho de mis once nietos. La producción impecable, los artistas buenísimos, las lecciones del sentido de la vida, la soledad, la amistad, la confianza, el amor y la pérdida, aun hoy son motivo de conversación y diálogo con los nietos.

He querido en una corta serie recordar las lecciones de este personaje que nos impulsa a mantener nuestro espíritu como niños y en cada viaje de planeta en planeta, nos deja una lección de vida, que por el mismo afán de cumplir nuestras responsabilidades, a veces olvidamos, pero que deberíamos tener muy presentes si queremos que nuestra vida, realmente tenga sentido.

“Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos [...]. Los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón”.

Vivimos en una sociedad de apariencias, de consumo, de gasto ilimitado, en un permanente afán de poseer, de ganar dinero, de lucrar, de competir, de parecer más perfectos. ¿Para qué? Para tener más, para comprar más, para acumular más y tal cual el aritmético del planeta que visitó, para contar lo ganado, para entrar en un espiral infinito de crecimiento de los bienes visibles.

¿Se puede decir que con la sociedad de consumo incremental hemos encontrado la felicidad? Me emociono pensando que las lecciones que el Principito les puede dejar a mis nietos sobre lo esencial de mirar a través del corazón, les servirán de eco para que crezcan distintos y que las personas cuando los conozcan se pregunten: ¿qué tiene esta persona que es tan especial? Abrir la mente para entender al Principito es tan importante como abrir un paracaídas si vas a saltar de un avión.