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Las posturas del dia despues de la violencia

La agresión a Guillermo Lasso despierta una reacción sin armonía en la opinión pública y desnuda un país polarizado.

Imagen referencial. A cuatro días de la contienda electoral el incidente no podía pasar inadvertido.

Fueron 2 minutos y 20 segundos los que obligaron a la clase política a tomar las posturas que no habían tomado en 30 días. La agresión contra Guillermo Lasso por parte de una banda de manifestantes violentos a la salida del Estadio Atahualpa, tras la derrota de Ecuador, dominó el 28 de marzo el debate público. No fue un desaire. No fue un ‘Fuera Lasso, fuera’ que emulara al mítico ‘Fuera Correa, fuera’. Fue violencia.

Escoltado por decenas de policías el candidato opositor y su familia se vieron presos de un aluvión de objetos contundentes, gritos e insultos. A cuatro días de la contienda electoral el incidente no podía pasar inadvertido.

La primera reacción, por supuesto, llegó de los presentes. El círculo cercano al candidato compartió el material con la prensa bajo el epígrafe: “Turbas correístas atacan a Guillermo Lasso”. Es una oración repetida. Lasso utilizó las mismas palabras cuando fue boicoteado durante una visita a Estados Unidos, Manabí y la Sierra centro, en distintas ocasiones. Esta vez, sin embargo, el vídeo se acompañaba de actos violentos.

“La policía nos ayudó cuando los violentos comenzaron a salir del estadio. Una cosa es vivir la noticia desde fuera, pero otra muy distinta es vivirla. Al oficialismo no le importó que mi papá estuviera acompañado de su esposa, no les importó agredir a la Policía. Hablan de que el debate es muy violento como para asistir, pero no tienen miedo de lanzar atunes. Tampoco tienen miedo de lanzar piedras y palos”, narró Santiago Lasso, hijo del candidato en un vídeo colgado después del incidente.

El relato de una turba “pagada por el correísmo” tomó forma minutos más tarde de la boca de César Monge, presidente del movimiento CREO. Él responsabilizó directamente al partido de Gobierno. Es la primera vez que lo hace, que apunta con nombres y apellido a Alianza PAIS como responsable de la violencia. Porque aunque antes se había sugerido, se había deducido, se había sospechado; esta vez citan las gorras de instituciones públicas y de apoyo al candidato verdeflex Lenín Moreno.

Tal vez por eso, Moreno, quien por norma general ignora los debates de la opinión pública, se pronunció tan pronto. Condenó la violencia “venga de donde venga”, sin admitir o desmentir si esta vez venía de sus filas. Y rechazó, sin citar siquiera a su contendiente, lo sucedido “en el estadio”.

Para cuando Moreno había presionado enviar en su comentario, su nombre ya acompañaba el adjetivo violento como primera tendencia nacional: #LeninEsViolencia

En un comunicado oficial Alianza PAIS se ha desmarcado de los actos violentos. Y está previsto que en los próximos minutos la secretaria nacional y asambleísta electa, Doriz Soliz, sostenga una rueda de prensa sobre “los actos violentos y la campaña sucia”. Soliz sostiene que Lasso los “culpa infundada y agresivamente”. La candidatura de Moreno, refugiada en la etiqueta del diálogo, la mano tendida y la ternura, ha visto al oficialismo cerrar filas en ese sentido. Las principales caras de PAIS han “rechazado” la agresión del martes por la noche. La asambleísta María Alejandra Vicuña (”venga de donde venga”), el vicepresidente Jorge Glas (”comprendo al señor Lasso, yo lo viví cuando fui a votar”, dijo, en referencia al abucheo generalizado que lo recibió y despidió el 19 de febrero. Sin agresiones físicas) y la directora de Guayas y asambleísta reelecta Marcela Aguiñaga (”No hay nada que justifique la violencia”).

Después de lo políticamente correcto, el rechazo, ha venido también la vena dura del oficialismo. El cabeza de lista y virtual favorito para presidir la próxima Asamblea Nacional José Serrano repudió la agresión asegurando “somos rivales políticos, no enemigos”. Punto seguido incluyó un comunicado que explicaba a las bases de su partido: “la violencia contra Guillermo Lasso, saliendo del Atahualpa lejos de hacernos bien, lo convierte en víctima”.

Victimizarse. Fue la primera vez que el cálculo electoral se colaba en el discurso. Pero no la última. La asambleísta Mary Verduga, reelecta por el oficialismo, consideró que la culpa de recibir palos y piedras fue del candidato opositor por ir al estadio. “Cuando la política irrumpe la paz y el esparcimiento esa es la respuesta: fuera Lasso”. Así, sin medias tintas. El asunto tomó cuestión de estado cuando la Ministra de la Política Paola Pabón quien, en declaraciones a la agencia oficialista de noticias Andes, “es un ejemplo de que Quito se respeta, la última alternativa de Lasso, en su desesperación, es jugar a la victimización”.

Entonces las formas se habían guardado. Doce horas después del incidente, las posturas estaban claras: unos sufren la violencia, otros la rechazan y algunos la justifican.

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